Las pullas que se lanzan en Segovia con las que en el resto de España alucinan

Las pullas que se lanzan en Segovia con las que en el resto de España alucinan

España puede presumir y, de hecho lo hace, de haber inventado un idioma que hoy en día lo hablan en el mundo más de 600 millones de personas, y subiendo. Una lengua universal de una gran riqueza en la que se utilizan alrededor de cien mil palabras y dispone de hasta 15.000 verbos, según el Diccionario de la Lengua, incluyendo unos 19.000 americanismos. Algo que hace único al idioma de Cervantes, que cuenta también con otras muchas singularidades, como que se lee y escribe tal y como se pronuncia, y con la que se pueden decir más sílabas por segundo que en cualquier otro idioma.

Además, el español contiene varias palabras e incluso frases que se leen de la misma forma, ya sea a derecha o a izquierda. Son los denominados palíndromos, y como ejemplo de ello tenemos la palabra reconocer.

Asimismo, el castellano, que según el Premio Nobel Camilo José Cela “es el español más bello que se habla en Castilla”, presume de contar con otra palabra especial y única en el mundo: pedigüeñería. Y lo es porque tiene los cuatro signos ortográficos que un término puede tener en esta lengua: la virgulilla de la ñ, la diéresis sobre la ü, la tilde del acento y el punto sobre la i.

Pero además de palabras, el español es rico, variado y excepcional en frases y expresiones singulares, que según cada zona se dicen de una u otra manera e incluso se pueden interpretar de distintas formas. Por ejemplo, en Valladolid, es muy común utilizar el verbo quedar con el significado de olvidar, como por ejemplo en la frase, “Me he quedado la cartera en casa”.

También destaca el español por su especial refranero popular o por un montón de frases con las que se pueden definir ciertos comportamientos o actuaciones, como por ejemplo “Tomar las de Villadiego”, que popularmente se refiere de forma coloquial a aquella persona que huye apresuradamente de algún lugar o situación, porque siente miedo a que le ocurra algo y no se atreve a enfrentarse a esta circunstancia u otra más personal que le resulta incómoda o porque huye de algún compromiso, detrás de la cual se adivinia la intención de no volver de ninguna manera. O lo que es lo mismo: largarse de improviso, de forma atropellada con prisas y sin decir nada ni dar una explicación. Como aquella otra frase del hombre que fue a comprar tabaco y no volvió.

Otra expresión muy nuestra es dar en el clavo, que significa acertar en la averiguación de algo complicado y difícil; o dar la lata, que significa fastidiar con cualquier inoportuna insistencia. También existe la expresión ponerse de tiros largos, que es ataviarse con un vestido de gala o cualquier otro atuendo esmerado y lujoso, así como la de Don erre que erre, para referirse a la actitud porfiada y tenaz de una persona en la realización de un hecho. Así podríamos estar hasta mañana.

Pero en estas líneas queremos hace hincapié en las pullas, y más en concreto, en las que se han lanzado en tierras segovianas a lo largo de los siglos.

¿Y qué es una pulla? Pues el Diccionario Hispánico Universal en su edición de 1977 ofrece una definición exacta e inequívoca de esta palabra: «Dicho con que indirecta o embozadamente se zahiere. Expresión aguda y picante, dicha con prontitud. Palabra o dicho obsceno”.

Las pullas son considerados también motes o apodos, refranes, cuentecillos o coplas, según la ocasión, e incluso decires de carácter festivo a la vez que ofensivo a la vez que circulaban libremente y con relativa frecuencia por la España de Cervantes. No hay parte en España que no sufriera pullas, ni lugareño que no las padeciera en carnes propias.

Un trabajo de Luis Domingo Delgado, que puede leerse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, explica muy bien lo que son las pullas y hace referencia a las típicas de la provincia de Segovia.

Así, por ejemplo, entre las pullas que se dirigen a una persona solo y que no son precisamente benévolas se encuentran estas que se han dicho y se dicen todavía en los pueblos segovianos como Aguilafuente, Lastras de Cuéllar u Olombrada por citar algunos: “Cagaprisas”, “burromalo”, “tío Retaco”, «Trabuco», «Cachacantos», «Culón», «Bocallena», «Cagarranas», “Morucho” o «Matacristos».

También hay coplillas como esta típicas segovianas, cuya intención es ridiculizar a alguien:

«Antonio, retoño,

repica el pandero;

se sube a la torre

y espanta a los perros.»

O esta otra:

«Mañana es domingo de pipiripingo,

se casa Benito con una mujer

que tiene las tetas como un cascabel».

Este trabajo de Delgado pone otros ejemplos e pullas en las que se compara a la gente un poco veleta, atolondrada o dura de mollera con personajes o colectivos humanos singularizados por algún motivo especial. «Eres como el camino de Valderrogel, que pronto se pierde sin saber por qué», que se decía en Cuéllar. O «Eres más torpe que el cura de Berrocal, que sólo sabía leer en su misal», que se decía en Tenzuela, Aldeasaz, La Cuesta, Losana de Pirón; O esta otra, «Eres más tonto que el sastre de Navares, que ponía la tela, el hilo y los pulgares» (Urueñas, Castroserracín, Ciruelo, Encinas, Barbolla).

Luego hay otras que afectaban a la masculinidad de los hombres y más de un jaleo ha traído: «Anda de ahí, que dices que tienes y lo que te cuelga es una lombriz». Y esta otra: «Ahí detrás del pilón hay una caja sardinas; no te agaches a por ella que se te cae la minina.»

Las mujeres tampoco se han escapado y también han sufrido lo suyo. Por ejemplo en esta pulla: «Las mocitas de mi pueblo se han comprado una romana para pesarse las tetas tres veces a la semana”. O estas otras: « Vengo a rondarte esta noche y a traerte de aguinaldo una morcilla caliente, aprieta que suelte el caldo.».

«No hay cosa que tenga la cabeza más dura que la mujer y la mula».

Los curas y eclesiásticos ni mucho menos se han librado de las pullas y también han recibido las suyas, y no precisamente con caridad cristiana: «Los frailes del Henar

son aves de rapiña; se meten en el pinar y no dejan una piña». Y esta: «Entre la madre y la hija, entre la hija y la madre; sacaron en calzoncillos al señor cura a la calle.».

O esta relacionada con el buen comer de los religiosos: «Si los curas comieran berros del río; no estarían tan gordos los tíos jodíos”. O esta otra que hace referencia a la sexualidad: «Con los curas a oscuras nunca te quedes; que aunque se ponen faldas no son mujeres».

Y no falta tampoco el refrán o pulla para dar cuenta o saldar alguna deuda con algún pueblo vecino: «De Segovia, ni la mula ni la novia.»; «Golosos en San García y borrachos en Santa María», o «De los de Membibre, Dios me libre; que de los de Adrados ya me he librado.»

Y algunas más hirientes aún: «Los de Cuéllar, cuellaranos, tripas de marranos”; «En Moraleja se limpian los mocos con una teja»; «Los de Vallelado, una oreja a cada lado”.

Y esta coplilla que tampoco deja títere con cabeza:

«En Vegafría, la manta fría»

«En Moraleja, la manta vieja»

«En Escarabajosa, la manta piojosa»

«En Olombrada, la manta cagada»

Y una más:

«Para garbanzos Valseca,

Para nabos La Lastrilla;

para cabezotas Roda,

para guarras Encinillas»