Laura Elena: «No quiero sentir la espada de Damocles del cáncer toda la vida por culpa de un gen»

Laura Elena: «No quiero sentir la espada de Damocles del cáncer toda la vida por culpa de un gen»

Médico de Urgencias en el Hospital Lluís Alcanyís de Játiva, en la provincia de Valencia, Laura Elena ha aprendido demasiado joven lo que significa enfrentarse a una enfermedad grave en primera persona, siendo la protagonista de la historia y no quien se cuelga la bata blanca para ayudar al que está enfrente. Hija de una enfermera y de un farmacéutico, con apenas 32 años, el diagnóstico de un cáncer de mama en el verano de 2023 echó por tierra su vida cotidiana.

«Me enteré un 19 de junio, a las puertas de las vacaciones, con un montón de planes para ese verano. Pero todo se paralizó. Un diagnóstico así te pone la vida del revés. Entras en un bucle de pruebas, citas médicas, hospitales… y el resto ya no importa. Las prioridades cambian de un día para otro de forma drástica», relata Laura, a quien le costó asumir la realidad. «Pensaba que con 30 años no tocaba pasar por este trance. Tardé en interiorizar lo que estaba ocurriendo y las primeras semanas repetía como un loro lo que me decían los médicos, como si no fuera conmigo», recuerda en la Ventana del paciente, sección impulsada por Novartis.

La realidad es que la joven tenía un bulto en el pecho que había sido catalogado como benigno y por el que seguía revisiones rutinarias, sin miedo a que pudiera derivar en otra cuestión. Pero las malas noticias se sucedieron una tras otra. «El tumor acabó siendo un carcinoma en estadio precoz que, al final, resultó ser más complicado. Me hicieron una mastectomía y tras confirmar que había ganglios afectos pasé por el quirófano dos veces más. Tras confirmar la presencia del gen BRCA1 el pronóstico se complicaba y me recomendaron quimioterapia y radioterapia, por lo que me aconsejaron quedarme en un hospital de Valencia, donde vivo, para que el tratamiento fuera más cómodo para mí», relata.

Mayor riesgo de recaída

Laura cayó en manos del doctor Joaquín Gavilá, jefe clínico de Oncología Médica de la Fundación Instituto Valenciano de Oncología, quien aconsejó a la joven pasar de nuevo por el quirófano para hacer una reintervención de márgenes y asegurar los resultados. La explicación reside en que el gen BRCA1 aumenta el riesgo de recaída, poniendo a Laura ante la tesitura de vivir con el miedo de por vida.

«El cáncer de mama es el más frecuente en la mujer. Nueve de cada diez debutan con enfermedad localizada. De entre ellas, alrededor del 20% puede volver a recaer. Por eso, en función de la probabilidad de recidiva, en base a criterios genéticos, patológicos y clínicos, hablamos de tres grandes grupos y actuamos en consecuencia: si el riesgo es bajo (probabilidad de volver a aparecer menor al 10%), solemos optar por terapia endocrina; si es intermedio (con una probabilidad de recaída de entre el 10 y el 30%) al tratamiento endocrino se le puede añadir también quimioterapia, pero no es imprescindible, y si hay un riesgo elevado, por encima del 30%, siempre optamos por combinar la terapia endocrina y la quimioterapia», detalla el doctor Gavilá.

Es el caso de Laura, a quien la presencia del gen BRCA1 le hace aumentar la probabilidad de aparición de tumores en la otra mama y en el ovario. «En estos casos, existe la posibilidad de optar por el abordaje preventivo y pasar por el quirófano para evitar una recaída. Es una decisión dura, pero con ayuda psicológica y el gran apoyo de mi familia y del doctor Gavilá, he decidido que es el camino que voy a seguir. No quiero sentir la espada de Damocles toda mi vida. Así me quedo mucho más tranquila sabiendo que se reduce el riesgo de que el cáncer vuelva a aparecer», confiesa Laura.

Aunque todavía no ha llegado ese momento, la joven sigue superando etapas poco a poco. Tras muchos meses de quimioterapia y varias semanas de radioterapia, Laura terminó a mediados de febrero de 2024 su particular ascenso al Everest. Pero la travesía continúa ahora con un tratamiento hormonal a cinco años y una nueva terapia dirigida durante un año. «Gracias a la investigación hemos logrado ser más preciosos y sabemos que se reduce el riesgo de recaída hasta un 40%, por lo que la mejora es notable», confirma el doctor Gavilá, quien avanza que «a largo plazo, el empleo de los inhibidores de ciclinas nos van a ayudar mucho a reducir el riesgo de recaída incluso a más de la mitad».

Mientras tanto, Laura comienza a ver la luz al final del túnel. «Gracias al apoyo psicológico estoy aprendiendo a convivir con el cáncer, porque estoy asumiendo que la enfermedad ya siempre va a formar parte de mi vida. La ayuda emocional que me han prestado desde la Asociación Española Contra el Cáncer ha sido fundamental, porque me he sentido muy perdida en este viaje y hablar con otras personas que están pasando por lo mismo que tú ayuda muchísimo, no solo al paciente, sino también a la familia, que pasan un trago muy duro», reconoce la joven.

Reconocer el miedo

Alegre y optimista, Laura confiesa que «en ocasiones siento mucho miedo, y no es malo reconocerlo. Haber perdido el pelo me resultó muy duro. Cuando veía esa situación desde la perspectiva de médico no entendía que algo estético pudiera ser tan importante en un momento así, pero ahora lo entiendo, porque el cabello es la muestra exterior de tu enfermedad y te hace sentir vulnerable ante los demás y me daba miedo el estigma. No debemos hacernos siempre los valientes. Mi consejo es que no hay que esconder nuestros sentimientos, ni tampoco que estamos enfermos. Hay que hablar del tema sin tabúes. A veces parezco una abuela cuando saco mi pastillero en una merienda con amigos, pero es mi realidad y la gente lo naturaliza mejor de lo que creemos. Aparecen efectos secundarios como el cansancio, la menopausia, algunas pérdidas de memoria y falta de concentración… pero todo eso merece la pena si puedo seguir viviendo. La enfermedad me ha quitado algunas cosas, como practicar boxeo, mi deporte favorito, pero a cambio he descubierto otras, como el yoga o el pilates. Todavía no he recuperado mi actividad laboral al cien por cien, pero cada día me encuentro mejor y es un regalo. No voy a dejar que el cáncer me hunda ni a mí ni a mi familia», asegura.

Mientras tanto, la investigación continúa y el doctor Gavilá vislumbra un futuro prometedor, «con nuevas herramientas terapéuticas que cada vez mejoran más los resultados, son más seguras para los pacientes y provocan menos efectos secundarios, por lo que aumentan considerablemente la calidad de vida de los pacientes. Seguimos trabajando incansablemente para ello», concluye.

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