Lecanda: la mejor kokotxa de «Madrí»

Lecanda: la mejor kokotxa de «Madrí»

Todo está cambiando a un ritmo vertiginoso. Incluso el concepto de gran restaurante de postín ha sabido adaptarse en alguna ocasión a esta nueva vida en la que todo ocurre más deprisa y sin horarios. Este es el caso del Gran Asador Lecanda que, mucho más allá de que su nombre parezca pretencioso, cumple con creces las expectativas de un gran restaurante, las de un gran asador y las de un lugar «cool», donde el arte del roneo y del disfrute visual tienen un encaje elegante y casi perfecto.

De esta guisa, pues de guisar saben un rato, uno entra en un local cosmopolita, donde los problemas se dejan fuera, o como mucho se insinúan a las agradables señoritas que te reciben al entrar. Somos castizos, oiga. Siempre es grato que en lugar de entrar uno a un restaurante, entremos a un mundo especial. Desde la entrada hasta llegar a la mesa en alguno de los entrelazados comedores que lo componen, uno va observando espacios, cocinas, personas…. pequeños mundos singulares que hacen del conjunto un espacio de caché.

Producto excelso

Una vez llegamos a la mesa, el comensal percibe que la evidente línea que separa un restaurante de uno grande está bien presente, aunque de forma sutil y casi imperceptible. Carta completa donde conviven el producto excelso con las elaboraciones bien ejecutadas. Es cuestión de dejarse aconsejar y simplemente decidir si apetece más navegar por el mar o pisar tierra firme, gastronómicamente hablando.

Delicado txangurro de cangrejo real, magnifico salpicón de bogavante, y aquí abrimos paso a las que a partir de hoy son las auténticas kokotxas de Madrí, finas y en su punto perfecto, con un toque de brasa soberbio y un «agua milagrosa» (aderezo secreto que lleva aceite, vinagre y algún toque especial) que hacen que el bocado resulte excelso.

Todo encaja sin preguntarnos por qué. Es verdad que encontrar una casa al estilo de antigua sidrería vasca convertido en un «Gran Asador» madrileño en el que todo engarza con elegante finura, produce una sensación placentera al avezado buscador de sitios fijos en el mapa donde el acierto es seguro.

Visita a un Madrid eterno

Nunca nada es perfecto y por poner un pero, hemos de decir que un sitio de este nivel y con esta carta tan suculenta debería dar mayor profundidad y enjundia al apartado enológico. Quizá han apostado por referencias más reconocibles, y esperamos que en breve amplíen y ahonden en la larga palestra de vinos, complemento más que imprescindible en este cenáculo.

Acierto seguro sin duda alguna, imprescindible visita en un Madrid eterno, que recoge los testigos más elevados del mundo de la gastronomía y el placer social en su máxima expresión. Y me dejo para el final lo que es el gran secreto a voces de esa casa. El servicio, tan cálido como poco pretencioso, lo que ya empieza a ser algo raro. Larga atención, pequeños detalles, esa sensación de recibirte con hospitalidad del vagabundo madrileño y con chispa. Qué gozada encontrar en el barrio de Salamanca un destino para que los gatos tengan casa de nivel, pero pero con cariño. Lecanda.