Lecciones de Bustinduy

Lecciones de Bustinduy

Don Pablo Bustinduy Amador, ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, está preocupado por los pobres. En vez de criticarlo, podríamos aprender de él, por ejemplo, comparándolo con Santa Teresa de Calcuta.

En la televisión pública, el doctor Bustinduy urgió: «hay que reaccionar» y «es hora de responder», porque España tiene una «deuda democrática con las familias». Resulta que nuestro país aún carece de una prestación universal para crianza. Hay que establecerla, para garantizar «una cierta igualdad de oportunidades».

Es una brillante lección, como diría Bastiat, de lo que no se ve. Con su recomendación, don Pablo denunciaba la opresión de millones de familias, que se verán forzadas a pagar más impuestos. Los políticos que solo hablan del gasto las ignoran. Bustinduy no. De hecho, el que fuera entrevistado en RTVE también subraya el papel de las trabajadoras obligadas a financiarla. La madre Teresa, en efecto, nunca recomendó que se les arrebatara a las mujeres lo que es suyo.

También tuiteó el ministro: «Garantizar que la vivienda sea un derecho pasa por desmantelar la cultura del rentismo… movilizar las viviendas vacías… regular alquileres… prohibir la especulación». Fue una valiente defensa de la libertad y la propiedad privada de las trabajadoras, amenazadas por tantos políticos que pretenden expropiar sus ahorros, quebrantar su derecho a contratar libremente y empobrecerlas interviniendo en el mercado de la vivienda.

El valor del profesor Bustinduy brilló también en otra dimensión, porque se dirigió a las empresas españolas con negocios o inversiones en Israel, instándolas a tomar medidas para «no contribuir al genocidio en Palestina» y a «evitar los riesgos de abusos de los derechos humanos de la población palestina», según leí en ABC. Sus pusilánimes colegas, los ministros de Exteriores y Economía, se apresuraron a desmarcarse del mensaje, en vez de saludar su gallardía, porque evidentemente era una denuncia en contra de los salvajes terroristas de Hamás, a veces tratados con poco rigor por los medios de la izquierda.

Por fin, la perla de las perlas, sobre los toros: «la tortura, el sufrimiento y la muerte innecesaria de un animal no debería ser objeto de entretenimiento en una sociedad democrática avanzada». Fue una intrépida condena de tantos supuestos progresistas que pretenden que, como están indignados ante el maltrato animal, las trabajadoras van a olvidar que ignoran a los seres humanos no animales, empezando por lo no nacidos y terminando por los contribuyentes.

Bravo, don Pablo.