Lo que Mbappé no dijo (y nunca dirá)

Lo que Mbappé no dijo (y nunca dirá)

La música, después del fútbol, es la segunda pasión de Kylian Mbappé, que durante su infancia estudió varios años de flauta en el conservatorio, donde aprendió a leer partituras. Allí le contarían que no siempre es bueno tocar de oído. Es lo que hace el periodismo patrio cuando le pone letra en español a las melodías que escucha en Francia. Los prejuicios siempre son hijos de la ignorancia y no conviene dejarse llevar por la sonoridad de la muy significativa palabra «banlieu» (las comunas periféricas parisinas y de otras ciudades del país). Como en todas partes, hay barrios y barrios.

El madridista es de Bondy, un municipio del departamento Sena-San Denis que no tiene nada que ver con Clichy-sous-Bois ni con Aubervilliers, donde las tasas de marginalidad y delincuencia son insoportables. Hijo de Fayza Lamari, una deportista profesional, y de Wilfried Mbappé, formador de futbolistas en el AS Bondy, Kylian fue «programado» desde la más tierna edad para ser una superestrella: como un Kobe Bryant o un Nadal, y no hay más que escuchar su francés impecable para darse cuenta de que no es un desheredado del extrarradio. Concede entrevistas en inglés en las que se le entiende mejor que a Bale y se van a sorprender cuando lo escuchen hablar español el día en que lo presenten con el Real Madrid: Benzema, en quince años, no pasó del balbuceo.

El domingo, el crack se cuidó muy mucho de mencionar a la ultraderecha o, más concretamente, al partido de Marine Le Pen, que es lo que quisieron comprender los exégetas de cerebro hemipléjico a este lado de los Pirineos. Mbappé alertó contra «los extremos y las ideas que dividen», en una debelación que incluía a los fascistoides del RN… pero también al redivivo Frente Popular, engendro neocomunista alumbrado por Jean-Luc Melenchon en el que conviven verdes, anticapitalistas, independentistas polinesios y hasta Euskal Herria Bai, los amigos de Arnaldo Otegi del otro lado de la muga. ¿Les suena a Frankenstein?

Mbappé, queridos zurditos, no alzó la voz contra ninguna internacional facha. El capitán de Francia, como portavoz de sus compañeros y para mitigar el ruido producido por las declaraciones de Marcus Thuram (que sí es el típico activista pancartero), hizo un llamamiento al voto civilizado: los socialdemócratas de Macron y los conservadores gaullistas, las dos formaciones que deben contener la tormenta euroescéptica y antiliberal que arrecia a derecha e izquierda.