Los enemigos de Milei

Los enemigos de Milei

Celebramos la libertad, pero en el fondo de nuestro corazón, y a veces de viva voz, la tememos.

La última prueba es la reacción contra Milei, que ha sido histérica en la izquierda y fofa en la derecha.

El progresismo lo tuvo claro desde el principio, y le lanzó toda su artillería. Sánchez lo insultó desde la tribuna del Congreso llamándolo delirante, y coronó la campaña Puente, acusándolo de drogadicto. Pero se toparon con la horma de sus zapatos, porque hay gente como Milei, o como Aguirre o Ayuso, que no le tienen miedo a la izquierda, que le responden y que la vencen en las urnas.

Comprendo el desconcierto de los progres. No saben qué hacer, aparte de llamarlo «ultra», prefijo que jamás aplican a nadie de la izquierda. Tituló El País: «Milei defiende que el Estado no actúe para evitar muertes por hambre» (31 mayo, pág. 7). Si esto no es histeria, que venga Charcot y lo vea.

No se trata, por supuesto, de divinizar al presidente argentino: hay que desconfiar de él, como de todos los políticos. Se trata de evitar los prejuicios más groseros y procurar un mínimo de objetividad.

Igual en El País no han observado que el socialismo produce hambre, no el liberalismo. Porque, como decía Amartya Sen, el hambre no es consecuencia de la falta de comida, sino de la falta de libertad. Esa es también la tesis del inquilino de la Casa Rosada –puede verse: CRB, El pensamiento de Milei, LID, 2024, https://bit.ly/3V48JCZ. La reacción de la derecha no ha sido tan extremista y disparatada, pero no han detectado que tras la retórica explosiva de Milei –«la justicia social es aberrante»– hay una teoría liberal y religiosa, basada en la doctrina judeocristiana, que se remonta a los Diez Mandamientos, y que es compatible con una justicia social que preserve la propiedad, como defendimos aquí en LA RAZÓN siguiendo al profesor Otteson –«Justicia social justa».

La derecha, al no comprenderlo, se bambolea entre el recelo a la libertad y la conciencia del peligro del intervencionismo, confiando en la fantasía de que el poder puede promover angelicalmente el bien común mientras quebranta la propiedad de sus súbditos.

Sospecho que a izquierdas y a derechas prevalece un temor generalizado hacia Milei. Hacia su posible éxito.