Los límites de la venganza

Los límites de la venganza

Recuerdo que el Secretario de Estado Blinken, en mi opinión una de las personas más valiosas de la actual administración norteamericana, aconsejó a Netanyahu tras la trágica masacre perpetrada por Hamás el pasado 7 de octubre con más de 1.200 asesinados y el secuestro de 253 rehenes: «no hagáis como nosotros tras el 11 de septiembre».

No entraba a valorar ni la Ley del Talión –«ojo por ojo»– ( Éxodo 21:24), ni el Evangelio de Mateo (5:38) –«si te abofetean una mejilla, ofrece la otra». Simplemente se refería con su experiencia, a lo que representó aquella búsqueda y destrucción del denominado «eje del mal», con una guerra sin cuartel en países asiáticos, con un sacrificio humano enorme, errores garrafales como el de las armas de destrucción masiva, violaciones de derechos humanos como los de la cárcel de Abu Ghraib y un resultado judicial que considero incierto. Nunca sabremos si realmente pagaron por sus crímenes los responsables de los atentados de las Torres Gemelas y del Pentágono. Como no sabemos cuántos y por cuánto tiempo, se pudren algunos en Guantánamo.

La diferencia entre estos atentados de Nueva York y Washington así como los que se repitieron en Madrid, París y otras ciudades, respecto al sufrido por los colonos israelíes, es que en el primero no hubo contactos físicos entre asesinos y víctimas; en el segundo, sí hay constancia de los rostros de los asesinos de Hamás, de sus gritos de odio, del trato inflingido a los rehenes, de sus violaciones y torturas que aún hoy esgrimen.

Aquí radica la clave de la situación actual, con más de un centenar de rehenes aún en manos del grupo terrorista. Israel, herida en su alma como pueblo y en las debilidades de sus sistemas de inteligencia y defensa, no parará hasta recuperarlos, ajenos a las presiones de la opinión pública internacional y de organismos jurídicos internacionales. Se han pronunciado el TIJ presidido por el libanés Nawaf Salam, máximo órgano de las NN.UU. que juzga estados y la Corte Internacional de Justicia de La Haya, que juzga a individuos. Su Fiscal General, el activo y controvertido (1) juez británico-pakistaní Karim Khan, es acusado por las dos partes en conflicto, de tratar por igual a víctimas y victimarios. No obstante, aunque parezca que sus requisitorias se dirigen solo contra Netanyahu y su Ministro de Defensa Gallant, denuncia y sanciona a tres líderes de Hamás a quienes acusa de crímenes de guerra, asesinatos, toma de rehenes y violaciones de derechos humanos. Pienso que el objetivo inmediato de Khan, como el de muchos responsables mundiales y una mayoría de la opinión pública, es parar el desastre humanitario que el conflicto conlleva.

Y aquí aparecen mis interrogantes:

¿Hubiera sido más rentable por parte de Israel, declarar Gaza en estado de sitio lanzando ataques puntuales contra objetivos bien determinados, evitando los movimientos de grandes masas de población? ¿No podía imaginar que estos desplazamientos forzados y los daños que las operaciones militares causarían, podían llevar a la opinión pública internacional a ponerse del lado de los más débiles? ¿Tampoco imaginaban que los terroristas utilizarían el dolor de estas gentes como arma de guerra? ¿O que incluso podían incrementar estos daños o manipularlos informativamente, en beneficio de sus objetivos? No sería la primera vez. Yo nunca creí en el drama de las incubadoras desconectadas de Irak en tiempos de Sadam. Como tampoco lo hago ahora con todas las fotografías que nos llegan.

La verdad es siempre la primera derrotada. Más, cuando la venganza ciega al ser humano (Gandhi).

Me pregunto en segundo lugar, qué estrategia condujo a Hamás a planificar y ejecutar la masacre del 7 de octubre. Sabían de sobra cómo reaccionaría Tel Aviv, los costes que tendría para una población que les votó mayoritariamente como partido, pero no dispuesta seguramente a sufrir las consecuencias de su particular declaración de guerra. Tengo claro que a los movimientos terroristas, el dolor de su sociedad les importa poco. No hace demasiados años teníamos al terror en casa. Y si lo que pretendían tras la sorpresa de su ataque, era debilitar al gobierno de Netanyahu, lo que han conseguido es que este se acerque y apoye más en el ala dura de la extrema derecha que representa su ministro de Seguridad Itamar Ben Gvir.

¡Incuantificable el dolor y sacrificio de las dos sociedades tras el 7 de octubre! A la muerte de tantas personas debe sumarse el dolor de los heridos, la destrucción material de bienes, la incertidumbre y el miedo de los desplazamientos, los costes de la movilización y del material de guerra.

Una más que necesaria tregua, tendrá éxito si, sobre fronteras, derechos históricos, ideologías y religiones, se ponen límites a la venganza y se prioriza al ser humano.

(1) Fue el defensor de un hijo de Gadafi y de Charles Taylor de Liberia reconocidos violadores de DD.HH.

Luis Alejandre Sintes es general (R).