Los partidos ultras podían hacerse con el 25% de los escaños en las elecciones europeas según los sondeos

Los partidos ultras podían hacerse con el 25% de los escaños en las elecciones europeas según los sondeos

Los partidos euroescépticos y de extrema derecha europeos ya no son una rareza, y sus líderes ha dejado de ser considerados excéntricos y outsiders sin posibilidad de gobernar. Forman parte del panorama habitual y en estas elecciones podrían hacerse con una cuarta parte de los escaños, frente al 18% actual.

Forman parte de dos grupos diferenciados en la Eurocámara: los Conservadores y Reformistas Europeos (Vox, los Hermanos de Italia de Georgia Meloni y los conservadores polacos de Ley y Justicia, entre otros) e Identidad y Democracia (el Partido de Marine Le Pen en Francia, el de Matteo Salvini en Italia y, hasta esta legislatura, Alternativa para Alemania).

Esta configuración puede cambiar tras los comicios del 9 de junio. Le Pen está cortejando a Meloni en aras de formar un único grupo y recuperar escaños tras la expulsión de Alternativa para Alemania (AfD), después de que su líder realizada comentarios antisemitas. Si los partidos antes citados se unen en un único grupo pueden incluso arrebatar la segunda posición a los socialistas, lo que supondría una revolución en el statu quo europeo. Otra de las incógnitas reside en qué hará Fidesz, el partido de Viktor Orbán, que acabó abandonando el Partido Popular Europeo (PPE) en 2021, poco antes de ser expulsado.

Pero, aunque esta hipótesis puede resultar apocalíptica para los partidos tradicionales de centro que han marcado del rumbo de la política europea durante décadas, no parece tan fácil de conseguir ya que a estas fuerzas políticas les separan importantes diferencias.

La más palpable y difícil de ocultar en estos comicios es su relación respecto a Vladimir Putin, en un momento en el que la guerra de Ucrania ha dejado pocos márgenes para las medias tintas. Mientras Meloni y los conservadores polacos son claramente anti-Putin, son de sobra conocidos los vínculos de Le Pen con el Kremlin, al igual que los de Orbán, que en los últimos meses ha puesto constantes palos en las ruedas para la adopción de los paquetes de sanciones e incluso ha defendido negociar con el mandatario ruso para terminar con la guerra.

Aunque Le Pen ha dulcificado su discurso respecto a este tema, sabedora de que puede ser su gran hándicap a la hora de conseguir el apoyo de Meloni, resulta difícil olvidar estos vínculos. La propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha establecido un cordón sanitario dentro de las formaciones consideradas de extrema derecha. Mientras ha piropeado a Meloni al considerarla proeuropea, anti-Putin y defensora del Estado de Derecho, y se ha mostrado a favor de llegar a acuerdos con ella, ha descartado a Le Pen y Alternativa para Alemania por no cumplir con estos estándares. Unas palabras que han sido criticadas por socialistas, liberales y verdes para quienes von der Leyen está blanqueando a la extrema derecha.

No solo existen diferencias sobre la posición respecto a Rusia, sino también frente a otros asuntos. El grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) siempre ha aglutinado a formaciones que buscan cambiar la UE desde dentro y la repatriación de competencias ante el temor de un «superestado» europeo que diluya la identidad nacional, mientras que Identidad y Democracia (ID) ha estado tradicionalmente formado por formaciones rupturistas que propugnaban terminar con el proyecto de integración europeo y la salida del euro.

El grupo de ECR recogió a los tories británicos cuando estos salieron del PPE y apostaron por posiciones más euroescépticas, que acabaron desencadenando en el Brexit, y se aliaron con los conservadores polacos, con postura más conservadoras que el grupo popular en asuntos como la defensa de la familia tradicional.

Esto último ha cambiado en los últimos años. Le Pen y el líder ultra neerlandés Geert Wilders han ido dulcificando su discurso, en parte debido al efecto Brexit y a las dificultades de los británicos durante las negociaciones. Ya no propugnan la salida de la UE –tan solo Alternativa para Alemania habla abiertamente de abandonar la moneda única–, pero se han centrado en otros asuntos. En los últimos años, aparte de la mano dura contra la inmigración ilegal, especialmente la de origen musulmán –característica que comparten la mayoría de estos partidos concentrados en los dos grupos antes citados–, también han introducido en la agenda política su oposición a las normativa impulsada por la Comisión Europea contra el cambio climático y su defensa del mundo rural frente a las élites urbanitas de Bruselas. También se oponen a los objetivos de la denominada agenda 2030, establecida por la ONU, al entender que se trata de un programa político para promover la dominación social impulsada por oscuros intereses globalistas.

En ámbitos como las costumbres, también hay diferencias. Mientras los conservadores polacos, el partido de Meloni y Vox defienden un modelo social conservador basado en valores cristianos y son acusados de estar en contra del colectivo LGTBI, el partido de Le Pen ha ido cambiando sus postulados clásicos y votó a favor de blindar en la Constitución francesa el aborto como derecho.