Los periódicos de la insidia

Los periódicos de la insidia

La digitalización ha convertido a Marshall McLuhan en una reliquia. Ocupó durante largos años la vanguardia del pensamiento sobre las ciencias de la comunicación. Las nuevas tecnologías lo han despedazado. Noam Chomsky, alfil de la reflexión intelectual sobre el lenguaje, vivo todavía y lúcido con más de 90 años, subrayaba en Los guardianes de la libertad el esfuerzo del puñado de periodistas que se enfrentaron a las grandes dictaduras. En la Rusia estalinista, en la Italia mussoliniana, en la España franquista, en el Portugal de Salazar, unas docenas de periodistas lucharon, con riesgo de persecuciones y exilios, en la búsqueda de la verdad porque es la verdad la que nos hace libres. Las nuevas generaciones españolas carecen en líneas generales del conocimiento de lo que fue la censura previa del franquismo. Cuando hablo a veces en la Universidad de la significación de aquella fórmula atroz, me doy cuenta de que muchos universitarios creen que les hablan de las batallitas del abuelo.

La verdad es que, a pesar de todas las dificultades presentes, los egresados de las Facultades de Ciencias de la Información disfrutan, desde sus compromisos deontológicos, de una libertad casi completa para administrar un derecho ajeno: el que tiene la ciudadanía a la información veraz. Naturalmente que hay espinas entre las rosas de la libertad. Siempre las habrá. Y de forma especial los jóvenes periodistas deberán esforzarse en extirpar del ejercicio de la profesión el curanderismo que ha impuesto en anchos sectores de la información el periodismo de la insidia. Igual que en otras profesiones, la medicina, por ejemplo, los curanderos del periodismo, aquellos que se proclaman periodistas sin serlo, proliferan sobre todo en espacios de radio y de televisión, también en las redes sociales. El periodismo de la insidia es un cáncer que amenaza con la metástasis. Los adalides del bulo asaltan la intimidad de las personas, vulneran la Constitución, inventan lo que les viene en gana, convierten la comunicación en un patio de vecindad, estimulan el más cutre cotorreo, se orgasman con la calumnia y lo emponzoñan todo.

Tuve ocasión de conversar en Cambridge con George Steiner, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, autor de El salón de los libros donde subraya el empobrecimiento de la cultura profunda, así como el esfuerzo baldío del primer pensador del siglo XX, Martin Heidegger, desbordado por la alteración profunda del mundo de la comunicación.

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