Madrid, perdido en un trofeo de bullicio a un gran toro

Madrid, perdido en un trofeo de bullicio a un gran toro

Morante volvía de segundas ya después de haber inaugurado la feria hace tantísimo tiempo (igual no tanto, pero el serial comienza a ser una espiral y no de emociones, más bien de saludos entre amigos y conocidos). El de La Puebla es siempre un aliciente, aunque no esté en su mejor momento, se lo puede permitir, sea como sea José Antonio es la esencia de la Tauromaquia. A Talavante lo esperamos, por si resucita el Talavantismo de verdad y Aguado en Sevilla reverdeció bajo la lluvia en ese intento de quitarse los límites mentales que lo encorsetan en un torero por debajo de lo que de verdad es. Lo lleva dentro., pero suele tener a ese gran torero que es atenazado.

El cartel era un bolazo y la tarde lucía como tal, con el «No hay billetes» y la expectación máxima del qué pasará que es irrefutable a las siete de la tarde. Ese cosquilleo compartido. Ese “vamos a ver” que es tuyo y no es de nadie.

Talavante comenzó con tono muy festivo con el segundo para calentar unos ánimos que había dejado Morante crispados con una bronca que se escucharía desde fuera. Como deben ser las broncas, que también son de torero. Morante es cuestión de fe. Se cree o no se cree y en este debate se nos fue toda la faena al primero, que fue breve no se crean. De ahí también el desenlace, la pitada venteña, que no es cualquier cosa. El de La Puebla picó al toro en el caballo y no le gustó la bronquedad del toro, así tras el comienzo que, ojo este sí fue bonito, abrevió todo. Y se acabó la historia con una espada que encima no fue.

Talavante

Talavante comenzó de rodillas la faena a ese segundo que iba bronco, que no estaba claro si quería empujar o recortar, pero que tardó muy poco en pararse. Y entonces solo quedó la desgana de y en este tampoco. Así andaba la tarde. La tarde de tantas.

Aguado puso la tarde en la capa. A la verónica. En el comienzo y de salida del tercero. Belleza. Que difícil facilidad. Qué fragilidad tan conmovedora. Quitó Morante mientras la gente pitaba, que buen momento es ese, en el amor odio se mueve el mundo, y entonces el quite fue bueno, replicó Aguado (hubiera matado por unas verónicas, el dueño estaba ahí) pero las chicuelinas que las borda fueron preciosas. Todavía respira por ahí la media a la cadera. Un suspiro para llegar a la eternidad. El comienzo de Aguado tuvo ligazón, cadencia y sabor. El toro iba y venía con ese punto de desentenderse, pero también sin maldad. Pensamos que iba a ser suficiente para que Pablo envolviera bien el paquete con esas condiciones que tiene, pero de aquí para allá la cosa no fue. Ni la espada.

Gran toro fue el quinto con duración, nobleza, recorrido y fondo. De ahí que Talavante se pusiera desde el principio al natural. Era la ocasión perfecta para sacar a flote el torero que nos encandiló durante tanto tiempo, pero la faena se fue entre las prisas, las brusquedades y los recursos que dan resultados aunque no de largo recorrido. La espada fue un bajonazo, pero aun así el torero levantaba la mano. La gente pidió la oreja y se dio. No hubo conmoción fue un festín, una cosa rara en el pueblo en el que se ha convertido Madrid donde todo vale y no se evalúa que era un pedazo toro y que los trallazos y los brindis al sol no pueden ser el toreo excelso de una figura.

Morante se justificó con un cuarto que ni fu ni fa. Y en el sexto Aguado volvió a parar el tiempo a la verónica, después la bronquedad del toro se le hizo cuesta arriba y a nosotros la tarde.

Ficha del festejo

Las Ventas (Madrid). 17ª de feria. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados. El 1º, sin clase?; 2º, muy a menos; 3º, manejable sin demasiado ímpetu; 4º, va y viene; 5º, bueno y 6º, bronco. Lleno de «No hay billetes».

Morante, de tabaco y oro, tres pinchazos, media, descabello (bronca); pinchazo, bajonazo (silencio).

Alejandro Talavante, de blanco y oro, tres pinchazos, estocada, descabello (silencio); bajonazo (oreja).

Pablo Aguado, de esmeralda y oro, tres pinchazos, estocada, tres descabellos (silencio); dos pinchazos, descabello (silencio)