Méritos

Méritos

Allí donde se mete la mano partidista e interesada del color político, el funcionamiento de lo que fuere se atasca, empeora, deteriora. Cualquiera diría que sería al revés, que introduciendo actores políticos en el engranaje del sistema, estos harían lo posible para que su presencia resultase socialmente «rentable», deseable y benefactora. Que el político dirigiendo una gran empresa pública querría dejar el pabellón «alto», para que fuese apreciado su «trabajo», traduciéndose en votos futuros… Pues ocurre lo contrario. El político favorece la calamidad, la ruina. Se podría enunciar incluso en forma de principio científico: «Todo cuerpo político, total o parcialmente sumergido en una empresa pública de utilidad primordial para el buen funcionamiento de la sociedad…, todo individuo colocado a la fuerza, por decreto o dedazo de sus superiores –p*t*amos ideológicos del enchufado–, logra que el medio donde fuese inoculado digitalmente experimente un perjuicio mayor a la importancia partidista del sujeto colocado sin méritos, con una fuerza de empuje hacia el sumidero y la catástrofe económica que no se puede medir en newtons, ni en arrobas, pero que logra un descalabro asegurado de la empresa en tiempo récord». La resolución del problema de la ineficiencia en España no es ningún desafío: está claro que si el país no funciona como debería es, sin duda, debido a la gestión política. Ya solo la selección de fútbol se desempeña excelentemente, gracias a esos jóvenes que representan la esperanza de una nueva España, libre del detrito ideológico y de esa corrompida avaricia partidaria que lo está descomponiendo todo. Son jóvenes con talento y ganas, eficaces en lo suyo porque tienen la fuerza y la ilusión necesarias para destacar y triunfar. Meritocráticos por derecho propio. No hay ni un solo «enchufado» en «La Roja». Todos están ahí por lo que valen de manera objetiva. Y, mientras, los que devalúan España hasta convertirla en un saldo, los nepotistas que mandan, nos ahogan y no pegan palo al agua…, aseguran que la meritocracia no sirve para nada. (Pero, claro: es que ellos no necesitan alegar méritos).

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