Miguel Ríos

Miguel Ríos

Escribo esta columna con 10 días de retraso, pero no creo que haya envejecido lo que quiero decir. Las cosas del tiempo pueden someterse al vértigo de los instantes, a las horas de usar y tirar. Pero también permiten una convivencia más sosegada, un diálogo con nosotros mismos que no someta la palabra actualidad al divorcio tajante entre el ayer y el mañana. El chichimpún de la prisa no puede borrar la educación sentimental que vive en nosotros como un suelo antideslizante. Mientras Miguel Ríos celebraba en Granada su 80º cumpleaños, recordé una anécdota que él mismo me contó cuando preparábamos juntos un disco para celebrar que cumplía 60. Su madre pidió un día que la llevara a un concierto de Antonio Machín, artista al que ella admiraba mucho. Aplaudió, pudo saludarlo, fue feliz con los amores difíciles de los boleros y los angelitos negros, pero algo le dolió, porque al salir del teatro hizo un ruego a su hijo: “Miguel, tú no te hagas viejo en un escenario”.

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