Militares españoles en el polvorín libanés: de la “calma tensa” a vivir en el búnker

Militares españoles en el polvorín libanés: de la “calma tensa” a vivir en el búnker

Durante años (hasta 2023), la expresión que utilizaban los militares desplegados en Líbano para referirse a la situación que vivían en el sur del país, en la frontera con Israel, era la de “calma tensa”. Dos palabras que decían mucho pero que, sin embargo, no alteraban el día a día de los cascos azules, quienes desde 2006, en virtud del mandato de Naciones Unidas, tienen entre sus tareas vigilar y contribuir al cese de hostilidades entre Hizbulá e Israel. Pero hoy, 18 años después, esta fuerza multinacional de pacificación de la ONU (UNIFIL) se ha demostrado ineficaz y está a punto de cumplirse el peor de los presagios que hace algo menos de un año vaticinaban los mandos militares españoles allí desplegados. Ya hablaban de “situación volátil e impredecible” y, de hecho, confirmaban que, ante una posible escalada del conflicto, estaban construyendo más refugios. Y fueron necesarios, porque ahora pasan 14 horas al día resguardados en los búnkeres, tal y como confirmó la ministra de Defensa, Margarita Robles.

Ese 1 de noviembre de 2023, la ministra de Defensa, Margarita Robles, mantuvo una videoconferencia con quien desde 2022 manda UNIFIL, el teniente general español Aroldo Lázaro Sáenz, y con el entonces jefe de la Brigada multinacional del sector Este de la misma, el general Luis Fernández Herrero (hoy este puesto lo ostenta el general Guillermo García del Barrio). Durante la charla, apuntaban tres posibles escenarios derivados de la guerra entre Israel y Hamás en Gaza. El primero, el “más probable”, que continuasen los “enfrentamientos cotidianos pero limitados” entre Israel y Hizbulá cerca de la “Blue Line”, la tensa frontera que estableció la ONU en el año 2000. El segundo, de “probabilidad media”, que Israel diese un paso más y llevara a cabo “acciones preventivas contra Hizbulá”. Y el tercero, entonces “poco probable”, “una gran ofensiva de Israel para destruir la estructura de Hizbulá”. Y es este último el que amenaza con convertirse en realidad y tiene a los más de 10.000 cascos azules de 50 países en máxima alerta y con las manos prácticamente atadas, escuchando como cerca de sus posiciones y cuarteles caen las bombas y misiles lanzados desde suelo israelí.

De esos más de 10.000 uniformados, 670 son españoles, la mayoría de ellos pertenecientes a la Brigada “Aragón” I, que desplegó en este polvorín de Oriente Próximo el pasado mes de mayo, cuando la situación ya estaba más que descontrolada y los refugios comenzaban a usarse más de lo habitual.

Y es que nuestro país ocupa importantes puestos en esta Fuerza multinacional. Por un lado, el teniente general Lázaro manda a todos los cascos azules desde el Cuartel General de la misión en la localidad de Naqoura, a apenas un kilómetro de la frontera con Israel. Allí hay otro medio centenar de españoles como parte de su staff.

Por otro, el general García del Barrio hace lo propio en el sector Este de UNIFIL, gestionando a 3.500 uniformados de una decena de nacionalidades en la base “Miguel de Cervantes” de Marjayoun, una de las zonas más calientes del sur de Líbano, prácticamente fronteriza con Israel y Siria. Allí hay alrededor de 550 militares españoles, de los que unos 80 se encargan de los dos puestos de observación de responsabilidad española en la “Blue Line”.

Son el 9-64 y el 4-28. Hasta hace poco, además de vigilar la zona desde sus torres (sobre las que en no pocas ocasiones sobrevolaban los misiles israelíes o de Hizbulá), patrullaban esa línea fronteriza imaginaria marcada por barriles azules, muy cerca de varios “puntos calientes”: los Altos del Golán, las Granjas de Sheeba, Ghajar…

Pero ya no. Ahora únicamente salen de los búnkeres para tareas logísticas indispensables y siempre junto a las Fuerzas Armadas libanesas. Los últimos ataques les han llevado a incrementar las medidas de protección, tal y como afirmó esta misma semana el general García del Barrio, quien quiso enviar un mensaje de “tranquilidad”, dirigido principalmente a las familias de los uniformados. Según explicó, “en una misión militar, el riesgo cero no existe”, aunque sí que dejó claro que “Naciones Unidas no es objetivo de ninguna de las partes”. Eso sí, para evitar cualquier incidente y garantizar la seguridad del contingente, desde el pasado lunes, las patrullas “se han limitado a las estrictamente necesarias” y “las actividades se han reducido”.

Porque los militares españoles –y la mayor parte de los 10.000 cascos azules– se encuentran en medio de un fuego cruzado que no hace más que intensificarse. Y pese a ello, lo único que puede hacer el teniente general Lázaro, como máximo representante de la Fuerza multinacional, es pedir a ambas partes (Israel y Hizbulá) que cesen inmediatamente los ataques. Algo que llevan mucho tiempo intentando sin éxito.

“Consecuencias devastadoras”

Así, en la última declaración oficial de UNIFIL, se destacan esos “esfuerzos” por parte del mando español para “reducir las tensiones y detener los bombardeos”, los cuales han causado cientos de muertes de civiles y el éxodo de ciudadanos del sur.

“Cualquier escalada adicional de esta peligrosa situación podría tener consecuencias devastadoras y de gran alcance, no solo para quienes viven a ambos lados de la ‘Blue Line’, sino también para la región en general”, avisan mientras reiteran su “enérgico llamamiento a una solución diplomática” y la inmediata restauración de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

De momento, el futuro de esta misión es incierto. A muy corto plazo, no se contempla la evacuación de los cascos azules de un terreno (entre el río Litani y la “Blue Line”) que amenaza con convertirse en un nuevo campo de batalla si la gran ofensiva terrestre que planea Israel se lleva a cabo. Sin embargo, ante lo que pueda pasar, han desempolvado ya los planes de contingencia por si finalmente fuese necesario el repliegue de las tropas.

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