Mitski sangra para corazones llenos e inaugura las Noches del Botánico

Mitski sangra para corazones llenos e inaugura las Noches del Botánico

Hay varias formas de explicar el fenómeno en el que se ha convertido Mitski. Una, demográfica, pasa por estudiar la larga fila de coches, presumiblemente de padres y tutores legales, que se agolpaba anoche ante el Real Jardín Botánico Alfonso XIII tras la finalización de su concierto. Otra, más técnica, pasa por reducir a la nipo-estadounidense al algoritmo de TikTok, a la veta deprimente que la conectó con millones de personas durante el encierro compartido. Y hay una más, quizá la más apropiada, que nos habla de una música capaz de arreglar uno de sus mejores temas, “Pink in The Night”, por ritmos de samba y, acto seguido, tener la suficiente cintura para responder en un más que decente español al sacrosanto “y guapa, y guapa, y reina, y reina” que le dedicaron su acérrimos, congregados ayer a los pies de la Complutense para inaugurar los conciertos de las Noches del Botánico.

Mitski, ataviada con una camisa blanca y un pantalón negro, bebiendo de la danza contemporánea -y quizá de la puesta en escena histriónica en el movimiento y pacata en el gesto de todo un David Byrne, influencia obvia- hizo las delicias de los más de 2.000 asistentes que no dejaron una localidad sin vender. Y así, sangrando para corazones llenos de angustia adolescente, la cantante y compositora desfiló por su discografía desde 2014 en adelante, deteniéndose en la exquisita “The Frost” que, sin embargo, pertenece a su último trabajo. Al final, el tour que la llevó a Barcelona para el Primavera Sound y que en Madrid amplificó entre el folk y el country se convirtió en una celebración de la cuerda, gracias una vez más a su versatilidad para adaptar sus canciones al chelo por abajo y a la guitarra en lo más alto.

Mitski: de Lynch a lo efímero

Como si en coro de tristeza se tratase, el público del Botánico vio las estrellas en “I Bet On Losing Dogs”, acompañando a la cantante hasta un éxtasis del que fue difícil remontar una vez se dedicó por completo al núcleo duro de su último disco, “The Land Is Inhospitable and So Are We”. La pausa de Mitski, el dominio de los tiempos sobre el escenario del que brota una experiencia capaz de cambiarle la vida al foso con dos sillas y un micro, se mostró válida cuando la compositora comenzó a charlar con el público. No era tanto una cuestión de empatía o de ritmo como de puro carisma: ver a Mitski en directo es lo más parecido a caer rendido a los encantos de Julee Cruise que se imaginaba David Lynch en la última temporada de “Twin Peaks”.

Tras encadenar éxitos no ya de culto, como ella, sino capaces de entrar en las listas de éxitos como “My Love Mine All Mine”, “Bug Like an Angel” o “Firework”, Mitski dedicó un momento a valorar lo efímero de la música en directo: “Para que algo empiece, otras cosas han de terminar. Justo como este espectáculo”, dijo, antes de hacer un amago de retirada hacia los camerinos y regresar con los dos tótems que no solo redondearon el concierto sino que coronan también su mejor disco, “Be the Cowboy” (2018). La energía antidepresiva de “Nobody” y “Washing Machine Heart”, interpretadas sin apenas solución de transición, se dejó sentir al noroeste de Madrid como un colofón perfecto, la medida exacta de Mitski para comenzar el verano con o sin el corazón roto.