Moncloa aprobará un nuevo techo de gasto en menos de un mes

Moncloa aprobará un nuevo techo de gasto en menos de un mes

La política española vive un momento tan ciclotímico que desde los mismos altavoces gubernamentales, por los que el lunes pasado se filtraba a los medios que eran tan pesimistas sobre el techo de gasto que daban ya por perdidos los Presupuestos del 25, ayer, sin embargo, el mensaje era que tenían capacidad de conseguir que en dos o tres semanas el Congreso apruebe otro techo de gasto que atienda a las exigencias de Carles Puigdemont, y que esto permita presentar ante el Parlamento el proyecto presupuestario del próximo ejercicio en noviembre, como muy tarde.

De igual modo, los mismos «peones» próximos al ex presidente de la Generalitat, que profetizaban el «no» inamovible a Sánchez, para todo y para siempre, ayer, sin embargo, se abrían a esa misma posibilidad de que si se encajaba la exigencia de cambiar el techo de gasto –elevado ya al Parlamento en dos ocasiones sin que haya conseguido salir adelante– con alguna otra cesión más, la pelota de los Presupuestos seguirá corriendo. Escuchando a las dos partes, si hoy hubiera que apostar, habrá techo de gasto, modificado sobre el proyecto inicial, y no hay que cerrar la puerta a que también pueda haber unos nuevos Presupuestos. Del negro al posible blanco en cuestión de horas y a cambio de nuevas concesiones.

Esto supone que se imponga el pragmatismo respecto a los intereses particulares de las dos partes, y que también hagan mella las presiones del ámbito catalán, económico y financiero, ejercidas directamente sobre Puigdemont para que deje que siga corriendo la legislatura por interés propio, y porque también a este estamento le viene bien que el actual marco político se mantenga.

Todo lo que acompaña a la relación entre Sánchez y Puigdemont es, por encima de cualquier cosa, puesta en escena, y en ello colaboran casi por igual Moncloa y el independentismo. La amnistía –y el control del Gobierno de la Fiscalía y del Constitucional– también son determinantes en los giros en el discurso y en las deciciones de los independentistas, igual que en el Gobierno esos giros están justificados en que ni ellos mismos se creen que dé igual tener o no tener Presupuestos o que se puede seguir en el poder, sin daños relevantes, sin aprobar unas nuevas cuentas.

Aquellos que en estos últimos días han tenido oportunidad de volver a hablar con Puigdemont han escuchado ese viejo mensaje de que su intención es hacer que Sánchez «sude sangre». Sus prioridades son dos: la primera, lograr que sea efectiva la amnistía en su beneficio y poder regresar a Cataluña; y la segunda, matar políticamente a ERC, y para esto último tiene que seguir en la batalla del pulso continuo al presidente del Gobierno para que se hable de nuevas concesiones. Contra estas metas actúan dos hechos: que la amnistía ya no está sólo en manos del Gobierno, sino también del Supremo y del Tribunal de Justicia de la Unión Europea; y que el margen para esconder ante la opinión pública que se llega a pactos con Madrid que luego no se concretan es cada vez más pequeño. La base social que tiene detrás Puigdemont está muy radicalizada, y en Junts son plenamente conscientes de que tienen muy difícil explicarles que a estas alturas todavía se llega a nuevos pactos con Sánchez. Aquellas decisiones que en Madrid tienen una lectura de nueva humillación al Gobierno de coalición no se leen, entre esa militancia independentista, como la prueba de que se está haciendo que Sánchez «sude sangre».

Si el presidente del Gobierno consigue en un marco como éste sacar adelante los Presupuestos, después de haber colocado a Salvador Illa en la Presidencia de la Generalitat, tendrá el campo despejado para implementar con tranquilidad su anuncio de que agotará la legislatura. No está claro hasta dónde llegarán las investigaciones del «caso Koldo» y las que afectan a su familia, su esposa y su hermano, pero difícilmente podrían arrastrar a Sánchez a un anticipo electoral cuando cuenta con la complicidad de la mayoría de sus socios para mirar hacia otro lado.

Ni Sumar ni PNV ni ERC harán causa de estos temas, y tampoco lo está haciendo hasta ahora el partido de Puigdemont. La sensación que predomina entre todos ellos es que el líder socialista está ya moviéndose donde tiene que hacerlo para acabar controlando las piezas necesarias para frenar los golpes. Hasta Podemos está bastante callado.

De momento, Moncloa ha ganado tiempo y está dispuesta a sellar nuevos «apaños» con Puigdemont para mantenerle dentro de la maquinaria que asiste al presidente del Gobierno. Puigdemont todavía no tiene la amnistía y tampoco ha conseguido que se cumplan otros compromisos que pactó con Sánchez a sabiendas de que no tenían posibilidad de ser ejecutados, como la imposición del catalán en la UE. Algo muy parecido le sucede a ERC con el cupo catalán.

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