Mundo cruel

Mundo cruel

Cuando nos recuerdan cómo está el mundo en el asunto de igualdad entre hombres y mujeres nos recorre una conmoción. ¿Cómo es posible que a día de hoy en alrededor de 60 países en desarrollo la mitad de las mujeres no tenga autonomía sobre su cuerpo? Es decir, que se les niegue el derecho a decidir si quieren tener relaciones sexuales. Lo que significa que si las agreden o las violan las leyes perdonarán a su violador. Incluso, de una manera cruel para la víctima, «obligándole» a casarse con la mujer que ha violado. Solo por un momento pongámonos en el cuerpo y la mente de esa mujer, imaginemos que alguien nos ha atacado, golpeado, apresado e inmovilizado para dar placer a su propio cuerpo y mente cruel; imaginemos que ha dejado su semen, incluso su semilla, dentro nuestro.

Nos ha agredido, nos ha manchado, nos ha violentado hasta lo insuperable, dejándonos además el terror a un posible embarazo. Un estigma que en esas sociedades cargará ella por siempre. Porque las leyes blindaran al ejecutor del daño. Hagamos un ejercicio de empatía aquellos que no lo hemos sufrido, pensemos que violan a nuestras hijas, por ejemplo. No habría quien lo soportara. Y, sin embargo, en medio mundo siguen siendo ellos lo que hacen leyes que protegen a los de su género.

En Iran, Jordania, Libano, Bairen, Kuwait, Túnez ; Tailandia, Republica Dominicana, Rusia o Afganistan, entre otros, el matrimonio entre violador y víctima es legal, práctica que dice evitar que la mujer pueda ser asesinada en el futuro por su deshonra. Y en algunos países latinoamericanos todavía persiste esa ley en su código penal. ¡Me cuesta tantísimo entender esta violencia sistemática a la mujer! ¡Ese afán autodestructivo del varón a la tierra y a la vida! «Demasiada fuerza en los brazos para la poca que tenéis en el cerebro», le dice una mujer maltratada a su abogado en una de mis obras. No sé, solo sé que sin igualdad el mundo seguirá siendo un frenético desastre.