Nacionalismos, entre lo cursi y lo peor

Nacionalismos, entre lo cursi y lo peor

Dicen que Junqueras, hecho una virgen de los dolores, se ha marcado un Sánchez con el amago de dimisión…Pobre Oriol, tanto tanto y luego nada.

Lo cierto es que nuestros políticos son artistas circenses del eufemismo y deportistas de élite en la categoría de esquivar la vergüenza: hay una «falta de sintonía» entre la acción política de la formación y la «valoración» de los ciudadanos_ Algo como esto ha dicho el impúdico Junqueras…. Pero que pese a todo el descalabro y la traición de la fortuna quiere continuar (¡Muso!)

Oriol Junqueras es un tipo culto, no crean, estudió Historia y ha dado incluso sesudos temarios orientales en la Universidad de Barcelona ¡Quién lo diría con ese aspecto de siembra patatas! Como diría mi amiga Patricia, le falta la cueva. Bien es cierto, que después de Diego Rivera AKA “IT” cualquier físico nos vale.

Lo dicho, Junqueras no es redomadamente idiota, pese a que los nacionalismos en esencia lo son. Yo crecí en la barbarie de los ochenta en el País Vasco, años de espanto en los que se cargaban a alguien cada tres días, y en la cocina almorzando con mis padres y hermanos escuchábamos el “boommm”, temblaban los cristales…

Conozco de cerca el nacionalismo y sus horrores, y tengo que reconocer que amigos varios, de la infancia, personas inteligentes y bondadosas, han devenido en independentistas, ¿por qué? Es evidente, por el entorno fagocita-cerebros y el relato recibido…Igual que Junqueras.

Como digo, nací en el País Vasco, pero en el seno de una familia internacional, viajada y leída, y eché los colmillos escuchando justamente lo contrario que mis compañeros ahora nacionalistas y que el bueno de Oriol, probablemente merendando los mismos bocadillos de chocolate y celebrando juntos los cumpleaños con medias noches de paté.

“Si yo supiera algo que me fuese útil y que fuese perjudicial para mi familia, lo rechazaría de mi espíritu. Si yo supiera algo que fuese útil a mi familia y no lo fuese a mi patria, trataría de olvidarlo. Si yo supiera algo útil a mi patria y perjudicial a Europa, o útil a Europa y perjudicial al género humano, lo consideraría un crimen y jamás lo revelaría puesto que soy humano por naturaleza y solo soy francés por casualidad”

Estas cosas me leían muy pequeña, mientras seguramente a mis compañeras, hoy en las mismas entendederas que Junqueras, les ofrecían la crónica opuesta, el relato de “este es tu pueblo y esta tu gente y de aquí no te mueves y bordeando la esquina es el extranjero y los que no son como nosotros son sospechosos porque son diferentes y en definitiva peores, malos”.

De esta manera se coloniza, se poda de conocimiento, la mente de un niño, así que comprendo perfectamente que Junqueras se hiciera indepe con 8 años _eso dice_ igual que he comprendido a mis amigas las que sujetan la pancarta de los “presoak etxera”.

A Schopenhauer lo descubrí yo sola: “El patriotismo es la pasión de aquellos que no tienen otra cosa de qué estar orgullosos”. Esta cita encapsula su percepción del patriotismo como una forma de compensar la falta de logros personales con un orgullo colectivo. Vanidad y egoísmo sin valor intrínseco y muy peligrosos, como todas las demás formas de estupidez, puesto que promueven la hostilidad.

Volviendo a Montesquieu, y a nuestro patio de luces ibérico, ese párrafo me resulta el colmo de la elevación, cuando lo repaso imagino al francés y a otros hombres y mujeres como él rescatando gatitos de los árboles con escaleras azul celeste. El bien, desde su estética más potente y más simple.

Ah, pero qué lejos quedó la ilustración, el resplandor que nos arrancó de nuestro tribalismo paleto y nos depositó en la democracia del somos libres e iguales, tan cristiano. Hoy, estamos hasta el cuello de victimismo identitario.

Y voy más allá, como una grupi, yo ese texto se lo haría copiar cincuenta veces a todos los niños de primaria, pero no solo a ellos, a todos los periodistas, a todos los tertulianos, a todos los camareros, encofradores y a los políticos. Bueno, a estos últimos los sometería al tratamiento Ludovico: se lo leería yo misma sentaditos (amarrados en la silla) como en “La naranja mecánica”.