No es esto, no es esto

No es esto, no es esto

No era esto, no era esto. El salto directo de un ministro a la cúpula de un organismo independiente —sin mediar un período de descompresión— no es una genialidad, sino una anomalía. Al menos desde la óptica de su independencia institucional, un rasgo protegido y encarecido por la ley, por la academia, por la historia de los países democráticos y, en el caso del Banco de España, por la reciente tradición española, desde 1994. Que otros Gobiernos hayan incumplido o incumplan ese imperativo categórico tampoco constituye coartada sólida para el actual. Ni que se revuelva ahora el mismo partido de la oposición, contradiciendo la práctica que antes frecuentó sin escrúpulos.

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