No es trastorno bipolar, sino una forma grave de desequilibrio hormonal

No es trastorno bipolar, sino una forma grave de desequilibrio hormonal

Diagnosticar algunas enfermedades puede ser extremadamente complejo. La amplia gama de síntomas que comportan o el hecho de que su espectro pueda variar significativamente de un paciente a otro desafía a los profesionales de la salud, para quienes no siempre es sencillo diferenciar entre posibles diagnósticos y diseñar un tratamiento eficaz. En el Síndrome Premenstrual (SPM), por ejemplo, se han descrito más de doscientos síntomas diferentes, lo que complica su precisa identificación. Pero, además, el espectro de formas de manifestarse es enorme. Estas dificultades se agravan debido a la poca atención científica que se ha prestado históricamente a las enfermedades que son exclusivas del sexo femenino, lo que ha llevado a una falta de comprensión adecuada.

La principal consecuencia de la falta de investigación es una brecha en el conocimiento que perjudica la calidad de vida de muchas mujeres. Siendo más concretos y limitándonos al SPM, afecta al 50% de las mujeres en edad fértil con síntomas como: irritabilidad, ansiedad, agitación, enfado, insomnio, dificultad para concentrarse, letargia, depresión y cansancio extremo. La retención de líquidos causa edema, aumento transitorio de peso y turgencia y dolor mamarios. Puede haber pesadez o presión pelvianas y dolor de espalda. Algunas mujeres, especialmente las jóvenes, presentan dismenorrea al comenzar la menstruación. Otros síntomas inespecíficos son cefaleas, vértigo, parestesias en las extremidades, síncope, palpitaciones, estreñimiento, náuseas, vómitos y cambios en el apetito. También puede haber acné y neurodermatitis.

En las formas graves de este síndrome pueden aparecer síntomas como de una depresión mayor antes de la regla, ataques de pánico, ansiedad intensa e, incluso, ideas suicidas. Es lo que se conoce como trastorno disfórico premenstrual (TDPM). “En este trastorno, abundan los cambios psicoafectivos muy intensos y que produce un gran sufrimiento a la mujer. Estos síntomas desaparecen tras la regla, pero, debido a la falta de conocimiento científico, a menudo se confunde con un cuadro psiquiátrico como trastorno bipolar, cuando no tiene nada que ver porque se trata de un problema de origen hormonal”, señala Miriam Al Adib Mendiri, ginecóloga, divulgadora y autora de libros varios libros, entre ellos, «Cuando las hormonas se desmadran».

De la misma opinión es María Requejo, dietista integrativa especializada en desórdenes hormonales del ciclo: “No es ningún secreto que hemos sido invisibles para la ciencia durante años, de ahí la tendencia a la sobremedicalización y los errores de diagnóstico. Por suerte, todo cambia”.

¿Síndrome premenstrual o cambio cíclico?

“El SPM es un conjunto de signos y síntomas físicos, psicoafectivos o conductuales que alteran su calidad de vida en mayor o menor medida. De hecho, para diferenciarlo de un cambio cíclico y ser considerado SPM, los síntomas tienen que impactar negativamente en la calidad de vida (cefalea, tensión mamaria, dolor abdominal, retención de líquidos, irritabilidad, insomnio, etc). La mayoría de las mujeres notamos los cambios cíclicos, pero estos no alteran la calidad de vida. No debemos patologizar esta ciclicidad”, diferencia la ginecóloga. Y añade: “El diagnóstico del SPM se basa completamente en criterios clínicos y los síntomas se repiten cíclicamente sin que exista ninguna otra causa que lo justifique”, concreta la doctora.

El SPM aparece en la segunda fase del ciclo, en la fase lútea, y desaparece con la regla o tras ella. “En todo ciclo menstrual hay dos hormonas muy importantes: los estrógenos y la progesterona. Y ocurre que, o hay armonía entre ellas o nos van a dar problemas. El SPM es una consecuencia de un desequilibrio entre ellas al que llamamos dominancia estrogénica, es decir, en la segunda fase de nuestro ciclo, hay un predominio de estrógenos frente a progesterona bien porque estos estén elevados o bien porque la progesterona esté baja y no contrarreste bien a los estrógenos”, apunta María Requejo. “Si no tenemos suficiente progesterona en la segunda fase del ciclo, no activaremos lo suficiente el sistema GABA del cerebro, por lo que, en lugar de estar más tranquilas podemos estar más irritables o deprimidas”, añade la doctora Al Adib.

Estos desequilibrios hormonales son producidos por factores inalterables como la genética (debido a fallas en el eje hormonal o a falta de sensibilidad de determinados receptores) o la edad (estos desequilibrios son frecuentes en los extremos de la edad fértil, es decir, la adolescencia y la perimenopausia).

Sin embargo, existe una serie de factores ambientales susceptibles de cambio: el estrés, el insomnio, la alimentación inadecuada o el sedentarismo. “Todos estos factores hostiles hacen que el eje hormonal (hipotálamo-hipófiso-ovárico) funcione peor. Lo primero que se altera en el ovario es la ovulación, por lo que faltará progesterona. Pero si el ambiente hostil lleva a un déficit de energía importante (por ejemplo, estrés intenso, deporte de alto rendimiento, anorexia…), el ovario no sólo dejará de ovular, sino que su función se parará completamente y caerá la producción tanto de progesterona como de estrógenos, dando paso a una situación de amenorrea (ausencia de regla)”, apunta la ginecóloga en su libro «Cuando las hormonas se desmadran».

Recuperar el equilibrio hormonal

Para muchas mujeres que experimentan los síntomas del SPM, recuperar el equilibrio hormonal puede ser fundamental para mejorar su calidad de vida. Sin embargo, la doctora lamenta que “no hay muchas opciones terapéuticas”. “Pese a ser una condición muy frecuente, seguimos en pañales en investigación y desarrollo de fármacos”, reconoce. Sin embargo, en su experiencia, indica que normalizar la progesterona en la segunda fase del ciclo puede ser efectivo.

En lo que respecta al TDPM, la doctora indica que el tratamiento debe ir más allá de los antidepresivos y los anticonceptivos. “Aunque las publicaciones existentes proporcionan resultados poco consistentes, y son necesarios más estudios, mi experiencia clínica me permite afirmar que lo que mejor les funciona a estas mujeres es un tratamiento integral con el que, además de mejorar los hábitos de vida o añadir suplementos, suelen mejorar con progesterona natural micronizada en la segunda fase del ciclo que, al ser bioidéntica, actuará sobre los mismos que la progesterona que fabricamos naturalmente”.

Dada esta escasez de evidencia científica y teniendo en cuenta que no existe una solución única para todas las pacientes, hay medidas no farmacológicas que pueden ayudar a mitigar los síntomas. “Los hábitos mejorables pasan por descansar bien, evitar el estrés y hacer ejercicio para prevenir que se produzca un estado sistémico proinflamatorio y para mejorar la funcionalidad del eje hormonal, favoreciendo una mejor producción de progesterona en la segunda fase del ciclo”, aconseja la Dra. Al Adib. También considera clave priorizar una alimentación rica en alimentos frescos y de temporada; tomar el sol para evitar el déficit de vitamina D; undefined; evitar la exposición excesiva a disruptores endocrinos (sustancias químicas que se comportan en el cuerpo como estrógenos y que están en muchos productos de consumo habitual, como algunos alimentos, productos de limpieza, cosméticos); y tener la microbiota intestinal y vaginal adecuada.

Según la dietista integrativa, “los nutrientes específicos, los patrones dietéticos y la nutrición en general pueden desempeñar papeles beneficiosos o perjudiciales en el equilibrio hormonal”. “Una pauta nutricional acertada combinada con suplementación adecuada puede convertir el SPM en una anécdota, literalmente. La salud, en general, es como una mesa de cuatro patas: nutrición, movimiento, descanso y gestión emocional”, sostiene. Y anima a desterrar la creencia de que “el mejor profesional es quien más receta” porque “la medicina va mucho más allá de prescribir, va de salud”.

Entre los factores alimenticios que contribuyen al desequilibrio hormonal, encontramos dietas ricas en azúcares, carbohidratos refinados o lácteos de vaca. “Son la antesala de otros problemas clave en el SPM como la disbiosis intestinal, niveles elevados de azúcar en sangre, un hígado saturado, déficits nutricionales, una tiroides que no funciona correctamente… todos ellos van a impactar en nuestras hormonas. ¡Es un entramado bastante complejo!”, sostiene María Requejo. Y añade: “La intrincada relación entre la nutrición y el equilibrio hormonal afecta profundamente la salud endocrina y reproductiva femenina”.

La salud integrativa en el SPM

La salud integrativa es un modelo individualizado y centrado en la persona que busca promover la salud y el bienestar óptimos y que combina un enfoque integral de la persona (biológico, conductual, social, ambiental) con estrategias basadas en evidencia para reducir el riesgo de enfermedades modificando los hábitos de vida. No se tratan síntomas, sino que la persona importa en su totalidad y se hace partícipe y protagonista de su salud.

En cuanto al SPM, es uno de los principales problemas de salud de las mujeres en edad fértil, ya que los síntomas tanto físicos como psicológicos pueden afectar la salud y la calidad de vida y, no hay una única hormona involucrada, es una danza compleja y sutil entre varias de ellas. “Es como cuando una pareja está bailando y uno pisa al otro, se pierde el equilibrio y, a veces, ¡hasta duele!”, comenta María Requejo.

La opción fácil sería inhibir el ciclo con un método anticonceptivo hormonal pero, todo desequilibrio nos está dando un mensaje de que algo no va bien. “Hay que pararse a escuchar antes de coleccionar otras afecciones en un futuro y, lo que tratamos de hacer desde un punto de vista integrativo o funcional es comprender y abordar tanto los desequilibrios hormonales subyacentes como los desencadenantes, analizando primero los factores relacionados con el estilo de vida, incluida la nutrición”, concluye.

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