No hacemos lo suficiente por Ucrania

No hacemos lo suficiente por Ucrania

Ucrania se adentra hacia su tercer invierno con un panorama sombrío. Todavía no se ha recuperado del revés que supuso la congelación de seis meses de la ayuda estadounidense por el bloqueo del Partido Republicano. Una contingencia que supo aprovechar Rusia para empujar en el frente oriental. Esta semana las fuerzas rusas capturaron dos nuevas localidades de Donetsk. Con la red eléctrica destrozada, los ucranianos se preparan para meses de oscuridad y frío. Pero eso apenas les afecta. La guerra les ha hecho adaptarse a todo tipo de penurias e incomodidades. La gran preocupación de los ucranianos son las elecciones norteamericanas y los matices que empiezan a advertir de las capitales europeas respecto a cómo debe ser la salida a la invasión rusa. De la determinación inquebrantable de que la guerra solo puede terminar con el repliegue de las tropas rusas se está transitando peligrosamente a la aceptación, a regañadientes y todavía con la boca pequeña, de que una negociación que salvaguarde gran parte del territorio puede ser la mejor de las opciones.

La realidad es que con la ayuda que Ucrania recibe de Occidente no puede lograr ni siquiera los objetivos más modestos que se marcan. De la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, el presidente Volodimir Zelenski regresó de vacío a Ucrania. Ni luz verde para atacar Rusia con armas occidentales, ni avance sobre la OTAN. Es posible reciba las mismas evasivas durante su frenética gira europea. Desde París, Zelenski negó ayer que un alto el fuego sea un tema de conversación con los líderes europeos y reiteró que su plan sigue siendo el de la victoria. Sin embargo, la conflagración de Oriente Medio ha hecho que algunos aliados que antes defendían la necesidad de derrotar militarmente al presidente ruso, Vladimir Putin, en Ucrania, estén rebajando sus expectativas. En los pasillos se habla de un acuerdo tipo Minsk que permita a Moscú mantener el control de facto sobre las regiones ocupadas -aunque no se reconozca la soberanía rusa-, mientras que al resto del país se le deja entrar en la OTAN o se le ofrecen garantías de seguridad equivalentes. Bajo ese paraguas, podría reconstruirse e integrarse en la Unión Europea, como ocurrió con Alemania Occidental en la Guerra Fría.

Pero incluso para que se diera este escenario, Ucrania necesitaría una inyección política, militar y económica por parte de Occidente que no se está produciendo. Es complicado, además, sentar a Putin en la mesa de negociación mientras piense que sus tropas todavía pueden conquistar terreno, aunque eso suponga sacrificar más vidas. Los aliados hasta ahora se han mostrado reacios a ofrecer una adhesión rápida a la OTAN para no verse arrastrados a un enfrentamiento directo con Rusia. Cabe recordar que uno de los argumentos que utilizó el presidente ruso para lanzar su campaña militar en Ucrania fue el avance de la Alianza Atlántica por lo que parece complicado que ahora vaya a aceptar que entre en el organismo de seguridad colectiva (o similar). En cualquier caso, tanto para una solución militar como para una negociada, Estados Unidos y las potencias occidentales deben fortalecer las defensas de Ucrania para que pueda luchar o dialogar con el enemigo desde una posición de fuerza.

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