Pánico en la izquierda española a que caiga Maduro

Pánico en la izquierda española a que caiga Maduro

Sólo un malnacido del nivel de Nicolás Maduro es capaz de advertir, como ha hecho esta semana, que si pierde las elecciones presidenciales de mañana habrá «una guerra civil» en Venezuela y el consiguiente «baño de sangre». Así se comportan los dictadores asesinos que, en el caso que nos ocupa, une a estos dos lamentables marchamos el de narcotraficante. Pinta que mañana será una fiesta de la democracia en el país hermano, que lleva la friolera de un cuarto de siglo bajo la bota del más despiadado comunismo. Todas las encuestas cifran entre 21 y 27 puntos porcentuales la diferencia que saca Edmundo González Urrutia, el septuagenario cabeza de cartel de la oposición democrática, al tirano. Un abismo que en cualquier democracia de calidad nos llevaría a colegir que la suerte está echada sin posibilidad alguna de vuelta atrás. Mañana vencerá por goleada González Urrutia, lo cual no quiere decir que la Junta Electoral lo proclame vencedor, bien porque ha habido pucherazo, bien porque acuse al diplomático de haber hecho lo que seguro va a hacer el oficialismo bolivariano, trampas. Que nadie se engañe, las fullerías están cantadas. Como en 2013 y 2018, aunque en esta última ocasión la treta fue tanto más vil: resolvieron sus insuficiencias electorales metiendo en la cárcel a los líderes de la oposición o enviándolos al exilio. Esta gentuza no se corta. La razón resulta perogrullesca: perderían un maná que ha convertido en milmillonarios a los Maduro, Diosdado Cabello, la Delcy Rodríguez de los maletones de Barajas, su hermano Jorge y un no muy largo etcétera en el que se incluyen los 3.000 generales del Ejército –revelador dato por cuanto en España, con mucha más población, hay 300–. Me preocupa la que pueda liar intramuros una satrapía que ha ejecutado extrajudicialmente a 9.465 compatriotas, suma en estos momentos 269 presos políticos y ha provocado el éxodo de 8 millones de personas, que se dice pronto, en el que seguramente constituye el mayor desplazamiento forzado de seres humanos de la historia contemporánea. Se habla todo el rato de los 1,5 millones de personas que han tenido que dejar sus casas en Gaza por el contraataque israelí tras ese Pearl Harbor que fue para el Estado hebreo el 7-O pero nada de nada de los venezolanos que pusieron pies en polvorosa rumbo al extranjero para evitar ser asesinados, acabar en la cárcel o morir de hambre. Extramuros hay diarreas ya en buena parte de los gobiernos de Centroamérica y Sudamérica. Me harían gracia si no fuera porque me provocan arcadas los llamamientos del ex terrorista que preside Colombia, Petro, y el corrupto que manda en Brasil, Lula da Silva, a la narcodictadura para que acepte el veredicto de las urnas. A buenas horas, mangas verdes. El uno y el otro fueron financiados con dinero bolivariano manchado con la sangre de los venezolanos. En España también cunde el pánico. El granadino Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, un sinfín más de podemitas y algún que otro socialista deben estar literalmente acollonados. Como triunfe la oposición democrática y se levanten las alfombras, no van a tener mundo para correr huyendo de la diosa Justicia. Sea como fuere, el de mañana será un pequeño gran paso para González Urrutia y los candidatos que no pudieron ser, María Corina Machado y Leopoldo López, pero un estratosférico salto para los 30 millones de venezolanos, los que se quedaron y los que se fueron. A ver qué dicen y qué hacen el observador electoral del régimen Zapatero y su cuate Sánchez si el régimen tira de tongo o provoca un baño de sangre.

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