Pedro Valentín-Gamazo: “Todo prematuro va a precisar apoyo puede que hasta la adolescencia”

Pedro Valentín-Gamazo: “Todo prematuro va a precisar apoyo puede que hasta la adolescencia”

Más allá de las «obvias», ¿cuáles son las dificultades de este tipo de nacimiento?

Las dificultades médicas pueden ser muchas y, por fortuna, gracias al esfuerzo de médicos, enfermeros, científicos, pacientes y familias, son de sobra conocidas y se han desarrollado tratamientos para atenderlas. Hay otras, digamos, no tangibles, que se derivan de dos factores: la brusca y duradera separación materno-filial tras el parto y los procedimientos médicos dolorosos e invasivos (desde luego, necesarios) para mantener con vida al bebé y sacarle adelante. Ambos factores contribuyen a generar una vivencia traumática que influirá, en mayor medida a mayor grado de prematuridad, en cómo se va a configurar y desarrollar el sistema nervioso del bebé que, probablemente, interpretará que se halla en un entorno hostil y se preparará para hacer frente a un mundo peligroso e inseguro.

Dice que son muchas las dificultades psicológicas, relacionales y emocionales de quienes acompañan a estos niños, ¿por qué, cuál es la diferencia con los nacidos “a término”?

Su origen no radica en el nacimiento en sí, sino en todo lo que es preciso hacer para que el bebé salga adelante, a lo que me refería antes, que quedan grabados en la base de su sistema nervioso y van a influir en cómo este se relaciona consigo mismo y con su cuerpo, en cómo aprende a regular sus estados emocionales o a interactuar con el mundo. ¿Qué es lo difícil para quienes acompañan a estos niños? Primero, llegar a comprender que las reacciones, emociones y conductas del bebé no responden solo a lo que sucede en ese momento concreto, sino que al menos una parte de esa reacción tiene que ver con lo que sucedió allá y entonces. Las conductas aparentemente desreguladas y disruptivas de un niño son, casi siempre, una petición de auxilio. En segundo lugar, es muy importante ayudarle a encontrar su propio ritmo vital, lo que a menudo no resulta sencillo. Es lo que llamo «hacer artesanía vincular». No en vano, el vínculo madre-hijo se quebró al nacer y recuperarlo es una de las principales tareas los primeros meses y años de vida. Y me gustaría señalar una dificultad más: la de atrevernos a confiar: en la fortaleza del bebé, en nuestra capacidad como padres y en el buen hacer del personal médico.

¿Pueden prevenirse o atajarse estas dificultades una vez ya están presentes?

Ambas cosas son posibles. Un factor de prevención fundamental sería reducir el tiempo de separación de la madre y el bebé, tras el parto, al mínimo imprescindible; no solo para ayudar al bebé, sino también a la madre, pues su cerebro precisa de la cercanía y el contacto piel con piel para activar los procesos neuronales y hormonales que fortalecen el vínculo con su bebé. En ese sentido, la introducción del método canguro ha sido un avance vital. En caso de que, por cuestiones médicas, no sea posible mantener el contacto, la madre va a necesitar apoyo para sostener ese vínculo en la lejanía mediante «figuras vinculares auxiliares» que acorten la distancia emocional. Que las UCI neonatales ofrezcan también apoyo psicológico puede ser de gran ayuda.

[[QUOTE:PULL|||”Recuperar el vínculo madre-hijo que se rompió al nacer es una de las principales tareas”]]

¿Impacta también la prematuridad en la adolescencia?

El adolescente que en su día nació de forma prematura va a necesitar ayuda para comprender que una parte de lo que siente y de cómo actúa responde a cómo fueron sus primeras experiencias vitales. Esto puede ser una bellísima oportunidad para que mire sus dificultades de forma más comprensiva, así como para darse cuenta de lo capaz que fue, de todos los recursos que movilizó para mantenerse con vida, recursos que siguen presentes en él y que puede poner en práctica para enfrentar los retos de su día a día. Esta toma de conciencia redundará, además, en una mayor autoafirmación y autoestima.

Desde hace no mucho se permite su escolarización en función de la fecha en la que deberían haber nacido en vez de en la que nacieron. ¿Qué otras cosas de este tipo se podrían mejorar para estos pequeños?

Sería interesantísimo extender el acompañamiento al bebé y a su familia mucho más allá de los primeros meses y hacerlo de forma prolongada en el tiempo. También considero necesario que el prematuro, en algún momento de su infancia, acuda a terapia psicológica, no olvidemos que la probabilidad de que sus vivencias perinatales fueran traumáticas es elevada. Por fortuna, en los últimos años se han desarrollado diferentes técnicas psicoterapéuticas con muy buenos resultados en el tratamiento del trauma.

¿El desfase entre su edad cronológica y la madurativa perdura o llega a corregirse?

En términos médicos, dicho desfase suele remitir a los dos-tres años. No obstante, y sobre todo si ha habido complicaciones médicas, el proceso madurativo seguirá su propio recorrido y será importante ayudar a la familia a adaptarse a su ritmo de maduración. Considero que todo bebé nacido prematuro, especialmente si hubo separación de la madre y fueron necesarios cuidados médicos intensivos para sacarle adelante, va a precisar cierto nivel de apoyo y acompañamiento en términos emocionales y psicomotrices durante buena parte de su infancia y, puede que también, en la adolescencia.

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