Periodismo vs. voyeurismo

Periodismo vs. voyeurismo

De momento no hay efecto contagio hacia el terreno de las instituciones políticas, aunque nada deberíamos descartar. Ahora resulta que dentro del deporte-espectáculo que supone el fútbol, declaraciones y ruedas de prensa las justas y con cuentagotas, pero eso sí, le brindamos al personal todo tipo de sonidos e imágenes de vestuario y hasta la grabación de conversaciones entre colegiado y miembros del «VAR». Desde cualquier estamento del poder, ya sea político, económico y hasta deportivo, nunca ha faltado la aviesa inclinación, no solo hacia el control de contenidos en los medios de comunicación, sino al orillado de informaciones que directamente se corresponden con eso que llamamos verdades incómodas. Los últimos tiempos, ya saben, acompañados de nuevas tecnologías a la hora de «llegar a la gente» nos están brindando un nuevo escenario, que aparte de paradójico no deja de resultar inquietante, sobre todo para lo que conocemos como legítimo derecho a la información.

Resulta que nos estábamos acostumbrando a las innegables dificultades de los informadores deportivos para acceder a según qué dependencias o al cobro de cantidades astronómicas para poder informar en grandes eventos como un mundial o una Eurocopa y esas trabas al periodismo se acaban sustituyendo por perros de paja más relacionados con el voyerismo, como son imágenes y sonidos de lo que antes solo quedaba en la privacidad de un vestuario, micrófonos sobre la nuca de un entrenador cuando arenga a sus jugadores o unas conversaciones entre los jueces de la contienda que, sin en algo no ayudan es en mantener una discreción y privacidad que son garantías de independencia.

Las nuevas tecnologías además de estar cambiando la manera con la que los mensajes se hacen llegar a los ciudadanos añaden un curioso elemento en el que el personaje o la institución pública son quienes eligen lo que debe llegar y cómo debe llegar a la ciudadanía. Los periodistas no pueden repreguntar a un tuit, ni a una declaración grabada y ejercen en no pocas ocasiones de meros amanuenses. El alpiste lo reparte y dosifica convenientemente el ministerio, el partido político, la liga de fútbol o el agente social. Sumado lo que se avecina en forma de medidas para la «regeneración democrática» con la proa directamente puesta frente a contenidos no agradables para el poder, la situación como poco se nos antoja inquietante.

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