Podrán leer nuestros sueños

Podrán leer nuestros sueños

El año 1875 pudo pasar a la historia por la fabricación del primer coche impulsado por vapor o por el éxito de los primeros cuadros del movimiento impresionista. Pero en lo que atañe a nuestra salud, queda guardado para siempre como aquel en el que se descubrió por primera vez que el cerebro funciona con electricidad. En un laboratorio de Escocia, el doctor Richard Caton observó que unos pequeños electrodos introducidos en el cráneo de ratones y ranas dejaban pasar pequeñas corrientes eléctricas. El hallazgo causó un impacto sin precedentes en la ciencia biológica. Cientos de investigadores comenzaron a idear mil y una maneras de utilizar ese descubrimiento para indagar en el funcionamiento del cerebro animal y humano. En 1910 el doctor Kaufmann provocó por primera vez una crisis epiléptica a un perro a través de inducción eléctrica en el cerebro para demostrar que el movimiento se transmite por impulsos eléctricos. Y justo ahora hace 100 años, en julio de 1924, el médico alemán Hans Berger fue capaz de registrar la actividad eléctrica de un ser humano (su hijo de 15 años) y transmitirla a un gráfico impreso en papel: el primer electroencefalograma de la historia.

De todo esto se está hablando estos días con añoranza en la comunidad neurocientífica, porque más de 500 expertos en la materia han participado en la primera publicación de homenaje al centenario de la encefalografía propuesta por la revista «Nature Human Behaviour». De todo esto y, sobre todo, de lo que está por venir. Porque el medio millar de colaboradores se ha encargado de indagar en el futuro de la exploración del cerebro, sus restos y los riesgos a los que nos enfrentamos cada vez que abrimos esa caja misteriosa que alberga nuestros pensamientos.

Desde aquellos primeros pasos de la exploración neurocientífica (cuando apenas estaba arrancando la primera cartografía de las neuronas por Santiago Ramón y Cajal) hasta nuestros días, la capacidad de observar qué ocurre dentro de nuestro cerebro ha evolucionado espectacularmente. Hoy la ciencia es capaz de obtener imágenes en tiempo real de funciones cerebrales complejas y diagnosticar infinidad de patologías gracias al conocimiento de las reacciones electroquímicas que se producen en este órgano vital. Pero todos los expertos coinciden en que estamos lejos de haber llegado al límite máximo de aplicaciones de estas tecnologías. La lista de futuras intervenciones neurológicas es amplia y, en ocasiones, parece de ciencia ficción. Incluye el uso de encefalografía para mejorar las habilidades cognitivas, la detección de patologías neuronales desde las primeras fases del desarrollo del feto, la creación de detectores de mentiras infalibles y la comunicación directa con las máquinas a través del pensamiento. Todas estas propuestas, que se basan en el uso avanzado de la misma tecnología que nació hace 100 años, han sido mencionadas por los expertos que participan en la publicación de esta semana. De manera que cuentan con un aval científico suficiente como para pensar que son posibles.

Sin duda, el área en el que más desarrollo se espera es el de la detección temprana de patologías cerebrales. En concreto, se cree que en cuestión de 10 o 15 años podremos contar con dispositivos que permitan detectar y monitorizar en tiempo real cambios en la función cerebral previos a la generación de un tumor o la llegada de un infarto cerebral. De hecho, según la mayor parte de los neurocientíficos entrevistados, en cuestión de una generación no será raro que todos llevemos un aparato para hacer electroencefalogramas domésticos para usarlo como hoy utilizamos los dispositivos portátiles de toma de tensión arterial o los relojes inteligentes que nos miden el pulso y la función cardiaca. Con estos desarrollos, la prevención de accidentes neurológicos habrá dado un paso adelante histórico.

Otras ideas puestas encima de la mesa parecen menos realistas o, al menos, más lejanas en el tiempo. Se ha afirmado, por ejemplo, que en cuestión de medio siglo existirán tecnologías capaces de leer nuestros sueños o rescatar recuerdos a largo plazo. En el fondo, tanto los sueños como las memorias han de ser el producto de una actividad neuroeléctrica concreta y, por lo tanto, han de dejar un registro que puede ser capturado por una máquina. Lo malo es que todavía no sabemos qué registro buscar y no tenemos, ni de lejos, la máquina necesaria para hacerlo.

Una de las tendencias más repetidas y que tienen más probabilidad de convertirse pronto en una realidad es la miniaturización de los dispositivos de exploración cerebral. En palabras del autor principal de esta encuesta e investigador de la Universidad de Leed, Dominik Welke, «pronto tendremos a nuestra disposición aparatos de electroencefalografía que podremos llevar como un smartphone y que mejorarán nuestras vidas al ofrecernos información constante sobre el funcionamiento de nuestras conexiones neuronales».

Algunos centros de investigación ya están trabajando en el desarrollo de aplicaciones que puedan utilizar los pilotos de aviones comerciales o los conductores de vehículos de transporte. Dispositivos que adviertan del estado de concentración del usuario y alerten de si se está produciendo somnolencia o un despiste. Para dentro de 20 años, algunos analistas aventuran que los videojuegos contarán con dispositivos de rastreo neuronal para conocer el estado de ánimo del jugador y aumentar la experiencia emocional. Y es que la encefalografía, al contrario de otras tecnologías como la resonancia magnética o el TAC, es barata, fácil de implementar y sencilla. Eso abre todo un abanico de aplicaciones domésticas que seguro generarán una nueva necesidad: saber en cada momento qué información nos transmiten nuestras neuronas.

El siguiente paso será la creación de aplicaciones que aprovechen la conectividad eléctrica neuronal para provocar cambios en nuestra función cerebral. ¿Quizás para estimular el aprendizaje, para modificar el estado de ánimo, para generar sensaciones placenteras? Los expertos también han tenido en cuenta estas inquietantes soluciones y alertan: el desarrollo en este campo puede ser tan rápido que será necesario establecer normas éticas y tal vez legales que regulen un territorio aún inexplorado: la tecnología para potenciar y controlar la mente humana.

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