Pogacar blinda el Giro con una exhibición en los Alpes

Pogacar blinda el Giro con una exhibición en los Alpes

Huye el pelotón de las orillas del lago de Garda, mosquitos y calor, y los escaladores ligeros como pajaritos comienzan a volar, quizás sintiéndose libres, al fin. Pasada la llanura, llegan sus montañas, los Alpes, aire. Se fugan por tandas y se juntan 50. Viejos que se buscan, como Nairo, jóvenes que buscan exaltarse, como Piganzoli, como Pellizzari, como Steinhauser, veteranos del oficio también, habituales, obreros del pedal, pico y pala, para quienes cada pedalada es un desafío. Y su aire no es el feliz entusiasmo de quien aún cree en la utopía, en el valor de los sueños, sino el fatalista de quien nace derrotado, condenado. Como si las montañas tan hermosas, los abetos tan esbeltos, en vez de empujarles a creer en su vuelo les aplastaran con su peso, toneladas y toneladas de granito.

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