Poner límites al turismo

Poner límites al turismo

Exceptuado el paréntesis de la pandemia, Barcelona ha aumentado año tras año el número de visitantes y este 2024 se encamina hacia un nuevo récord absoluto de turistas. ¿A dónde nos llevaría un crecimiento cuantitativo ad infinitum? Si abandonáramos la ciudad a la dinámica del mercado, en pocos años toda Ciutat Vella, el Eixample, Gràcia, Sant Antoni, Poble Sec, Sants, Poble Nou… se convertirían en un inmenso parque de despachos y pisos turísticos. Y si para entonces Barcelona no hubiera muerto ya asfixiada por su propio éxito global, la ola de la gentrificación se iría extendiendo por el resto de la ciudad y el área metropolitana. Del mismo modo, sin normas que limiten drásticamente su expansión, las terrazas acabarían colonizando las aceras y las plazas, y el comercio quedaría reducido a una sucesión de franquicias, tiendas de cannabis, souvenirs, accesorios para móviles y puestos de manicura. El mercado solo regula lo que le interesa. Y lo que le interesa es el beneficio privado: barra libre para la economía extractiva y especulativa.

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