¿Por qué Sánchez puede seguir gobernando?

¿Por qué Sánchez puede seguir gobernando?

Una de las mayores ventajas de Sánchez es que sus rivales siempre lo han infravalorado. Era un político implacable a la espera de una oportunidad. No hay que pensar que es un superhéroe de Marvel dotado de poderes excepcionales. Es bueno recordarlo, porque la derecha política y mediática tiene una tendencia irrefrenable a otorgar a los líderes socialistas una valía que está por encima de su realidad. La clave es situarlos en su término adecuado. La poderosa maquinaria propagandística del sanchismo, dirigida por el millonario José Miguel Contreras y el lobby periodístico que le acompaña, es muy eficaz. Una característica común en todos los gobiernos socialistas ha sido la proliferación de gurúes de la comunicación y conseguidores ansiosos de hacerse millonarios aprovechando los contactos en La Moncloa y los ministerios. Es curioso que no se regule la figura del lobista mientras Sánchez quiere controlar a los medios de comunicación. El deseo de meter la mano en el multimillonario pastel gubernamental caracteriza a los Contreras que deambulan por la Villa y Corte. Otra vía muy rentable es colocar a expolíticos en los despachos de tráfico de influencias que se autodenominan «consultoras».

Es lamentable que no tengamos una regulación seria y rigurosa sobre los lobbies, ya que no deberían ser chiringuitos de «agendas telefónicas», sino despachos de especialistas con una sólida formación y una impecable trayectoria. Nada que ver con lo que sucede en nuestro país. Lo único importante es que puedan llamar a La Moncloa y los ministerios o hacer ver que lo hacen. Otra clave es incluir a expolíticos de diferentes partidos. Es el clientelismo de toda la vida que se remonta a la época de los romanos. Contreras y otros conseguidores deambulan por las covachuelas del poder a la búsqueda de oportunidades para hacerse todavía más ricos. Una parte de esa estrategia de oscurantismo y falta de transparencia la encontramos en la ofensiva sanchista contra los medios de comunicación, mientras han convertido RTVE en un canal temático del PSOE y se riega a los amigos de La Moncloa con ingentes recursos económicos. RTVE es un gran chollo para las productoras que giran en torno a Contreras y sus amigos socialistas. No es una casualidad que ahora se prepare una nueva ofensiva con decenas de millones para repartir a la armada sanchista con la excusa de la digitalización. La dedocracia gubernamental será espectacular. Llevamos muchos años de clientelismo institucional, para confiar en que el Gobierno hará lo correcto y aplicará criterios de transparencia y buen gobierno. No lo ha hecho hasta ahora y no lo hará en el futuro.

En cierta ocasión, un amigo de Sánchez me decía que la falta de empatía es tanto su mayor fuerza como su mayor debilidad. Los pensadores clásicos dirían que es la confirmación de su perfección como político, ya que la eficacia pasa por no tener límites, amigos y compromisos. Todo es instrumental. Los líderes del PP nunca han entendido su capacidad para controlar un terreno de juego en el que ha decidido que no hay normas. Lo ha demostrado desde que consiguió ser secretario general del PSOE, fue defenestrado y recuperó el cargo para finalmente llegar al gobierno con una moción de censura. No hay que ser miopes y menospreciar a quien es capaz de derrotar a Susana Díaz, que contaba con el apoyo del aparato socialista y de los exsecretarios generales González, Zapatero y Rubalcaba. Lo mejor es que tiene un grado de control tan enorme que ha comprado a la mayor parte de sus rivales y enemigos. No hay más que ver a Patxi López haciendo méritos. En cambio, algunos que le apoyaron con una fe ciega han acabado en el ostracismo. Es un político implacable y peligroso, aunque en el PP no se enteran.

Su estrategia es el frentismo y la radicalización que caracteriza a la izquierda populista iberoamericana. Nunca es un debate profundo y sólido de propuestas, sino la demagogia y la propaganda. Es lo que explica la importancia de Contreras y sus socios, así como intentar conseguir el control de los medios de comunicación. Es la única forma de impedir que se conozcan las maniobras de los lobistas y conseguidores a la vez que triturar al PP descalificándolo como un partido de ultraderecha. Hagan lo que hagan siempre serán descalificados por los medios sanchistas y sus columnistas, los ministros y los portavoces del PSOE. No hay agenda centrista que sea reconocida por la izquierda política y mediática, porque Sánchez sabe que para ganar las elecciones o gobernar, no importa, hay que sacar a pasear el Dóberman como hicieron sus antecesores cuando fueron brutales e implacables contra Aznar y Rajoy. El PP consiguió ganar con campañas duras y contundentes marcadas por un fuerte contenido ideológico en el marco de unas crisis económicas y el fracaso de gestión socialista. Por supuesto, en algunos casos ayudó la corrupción sistémica que caracteriza al PSOE.

Adolfo Suárez, que era una buena persona y un caballero, aprendió que el PSOE es implacable. Es capaz de hacer campañas brutales, aunque con la doble cara del dios Jano gracias al fervoroso apoyo de la mayor parte de los medios de comunicación. Es cierto que los anteriores secretarios generales ni mentían con la desfachatez actual ni anunciaban que gobernarían al margen del Parlamento. Había clientelismo, pero se situaba a personas preparadas. A ninguno se le hubiera ocurrido una ignominia como la amnistía. Es cierto que no había juristas como Conde-Pumpido dispuestos a ser sumisas marionetas al servicio del partidismo más desaforado. En aquella época se respetaba la Constitución y el Estado de Derecho. España no estaba en manos de mercenarios y aventureros. El PP no recuperará el poder si no entiende que la batalla con Sánchez es ideológica. Es un político inteligente, resistente, mentiroso, populista, camaleónico y, sobre todo, sabe utilizar el aparato del Estado al servicio de sus intereses.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).

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