Productividad. Y el precio (desconocido) a pagar por ella

Productividad. Y el precio (desconocido) a pagar por ella

En la última reunión del Foro de Davos (Suiza), donde se amontonaron los principales empresarios y políticos que rigen el mundo, parecía como si el planeta hubiera pausado su órbita para escucharles hablar de la IA generativa con una mezcla de realidades y suposiciones como no se recordaban en las disrupciones tecnológicas previas. “Esta lo cambia todo”, se escuchaba.

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Quien establece las normas, gana

Estas nuevas y valientes tecnologías —así las calificaba el economista Nouriel Roubini— que podrían contribuir al crecimiento y al bienestar del ser humano, también tienen un potencial destructivo: desinformación, discriminación, desempleo tecnológico permanente y una desigualdad aún mayor. “La brecha digital es un gran generador de inequidad (…), es necesario un movimiento democrático sobre cómo regular estos sistemas”, advierte Stéphane Klecha, socio director del banco de inversión Klecha & Co. “Como hemos visto en muchos ámbitos, quien establece las normas, gana”. Pero EE UU regula a posteriori y China ni regula, mientras Europa intenta definir unas leyes que protejan al trabajador y al usuario.

Aunque siempre hay salvedades: “Los sindicatos estadounidenses están activos en muchas industrias y han negociado protecciones laborales y restricciones a la vigilancia intensiva, al mismo tiempo que participan en comités tecnológicos conjuntos entre trabajadores y empresas para discutir temas de capacitación y organización del trabajo”, apunta Virginia Doellgast, profesora de relaciones laborales en la Universidad de Cornell. Por ejemplo, los acuerdos que restringen el uso de IA generativa para escribir guiones o protegen los derechos de la voz y la imagen de los actores, son resistencias contra el abuso tecnológico.