Puertas violetas

Puertas violetas

Dibujé una puerta violeta en la pared, y al entrar me liberé, como se despliega la vela de un barco». Violeta, bonito color, que en forma de puerta Rozalén convirtió con esa letra en un himno contra la violencia machista. Violeta, color de los puntos, espacios físicos, que diferentes administraciones instalan en grandes concentraciones de personas a los que las mujeres pueden acudir si algún hombre se extralimita y confunde diversión con agresión. Y bajo la premisa de yo mando porque soy varón y más fuerte que tú.

Los puntos violetas son también esos espacios que Vox se ha empeñado en que desaparezcan -sin conseguirlo- en las Hogueras de San Juan de Alicante, como si así se borrara de un plumazo el color violeta del pantone de nuestras vidas. Sí, sí, si todos sabemos que uno de los caballos de batalla de Vox es eliminar el concepto violencia machista o violencia de género de cualquier texto oficial; en este caso de la Ordenanza de Ocupación de Vía Pública de Alicante. Pero hay líneas rojas que son infranqueables.

Tengo un único hijo y es varón; no sé si es bueno o malo, pero, cuando era una niña, quería ser hombre y solo me ponía pantalón para ir a clase y a conciencia. Estudié en un colegio público y mixto y, en cuanto tuve espíritu crítico, percibí que ellos lo tenían más fácil que nosotras. Mucho más fácil. Infinitamente más fácil. Sigo opinando igual. En Navidad, viendo el resumen de 2023 en televisión, salieron los nombres y apellidos de las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas el año pasado. Y a mi hijo, Joan, de 8 años, se le llenaron los ojos de lágrimas

– Mamá, ¿eso qué es? ¿Es verdad que hay hombres que matan a sus mujeres?

En su mundo esa realidad no cabe, no lo concibe. Ojalá tampoco existiera en el mundo de los adultos. Pues eso, que silenciar una realidad tan cruel es un insulto a la inteligencia humana, a las mujeres y a toda la sociedad. Y tapiar las puertas violetas, más si cabe.