Puigdemont pincha la fe en Sánchez de sus ministros

Puigdemont pincha la fe en Sánchez de sus ministros

Hace más de seis años que Carles Puigdemont se marchó a Bélgica para evitar ser procesado por la Justicia española. La ley de amnistía, que ayer entró en vigor con su publicación en el BOE, abre una nueva etapa llena de interrogantes para la estabilidad de la política española, que se agravan al mezclarse con el proceso de conformación del nuevo Gobierno en Cataluña.

Puigdemont lo tiene todo preparado para regresar cuando se celebre la sesión de investidura. Hay una convocatoria para el 25 de junio, y al ex presidente de la Generalitat le interesa que primero sea el ex ministro Salvador Illa el que acuda al examen. Que fracase, y que luego sea su turno.

Los tiempos judiciales van a depender de los que tarden las partes personadas en el proceso en presentar sus escritos a petición del juez Pablo Llarena, que ayer comunicó a la Policía que la orden de detención sigue vigente. Pero en la defensa independentista esperan que todo esté listo para el 25 de junio.

La intención de Puigdemont es volver para la fecha simbólica de su investidura, y por más que desde el Gobierno han insistido en que éste es un momento histórico, que supone abrir una nueva etapa de reconciliación y convivencia en Cataluña, la realidad es que ese «momento histórico» amenaza con tener efecto de tsunami en Madrid por el alcance del choque con el Poder Judicial, y porque las declaraciones que haga Puigdemont paseando tranquilamente por Barcelona tendrán un impacto muy difícil de contener.

Dentro del Consejo de Ministros pesa la sensación de que está a punto de saltar la última pieza del castillo, la que lo hará caer sobre sus propios cimientos, y esta vez la insistencia del presidente Sánchez en negar que vaya a haber un adelanto electoral no está sirviendo como relajante muscular para unos ministros que viven «en un estado de ansiedad permanente» –según lo define uno de ellos–, y bajo el temor a que Cataluña pueda acabar llevándose por delante la legislatura.

[[QUOTE:PULL|||«Que no fluya información desde el corazón del poder sanchista no ayuda a tranquiliar»]]

Que no fluya información concreta desde el corazón del poder «sanchista» no ayuda a tranquilizar. Pero es que, además, lo que cuentan «de manera interesada» desde el núcleo de Moncloa tampoco convence a quienes se guían por las señales que perciben desde el exterior.

Sánchez es un experto en los juegos malabares y en sobrevivir, pero la fe de los ministros en sus poderes está bajo mínimos, sepultada por los episodios de las cartas, la grave crisis que se ha abierto en Sumar y estos primeros movimientos que se producen en Cataluña y que tienen aroma de «procés» por la nueva alianza independentista para controlar la Mesa del Parlamento catalán.

La amnistía como punto final choca con esta derrota en la primera votación de la nueva legislatura catalana, en la que el PSC ni se ha acercado al PP para tantear un posible apoyo por miedo a molestar a los independentistas.

Aunque lo que estaba en juego no es menor, sino el control del órgano de gobierno de la Cámara, de quién decide la agenda, y hasta quién se presenta a la investidura. En el juego de vetos cruzados la suerte se ha inclinado del lado de Junts y en el Consejo de Ministros no pueden ocultar que es el peor escenario para comenzar la negociación, «incluso aunque estén jugando con doble baraja».

Además, en el Consejo de Ministros consta, por distintas vías, el rechazo del actual núcleo dirigente de ERC a acercarse al PSC. Hay división al respecto, pero el marco juega a favor, en teoría, de Puigdemont.

[[QUOTE:PULL|||El PSC no se ha arrimado al PP para frentar a Puigdemont para no molestar al soberanismo]]

Y aunque desde el entorno de Sánchez apelen a la prudencia y pidan confianza en la «magia» del líder socialista en la negociación, la presidencia del Parlamento en manos de Junts es un hecho objetivo que acerca la posibilidad de una repetición electoral.

Salvo que el PSC se rectifique a sí mismo y acabe cediendo la Generalitat a Puigdemont, como vienen anunciando los portavoces del PP desde el mismo momento en que se conocieron los resultados electorales.

El presidente del Gobierno tiene acostumbrado a su equipo a sorprender en el último momento con una pirueta que sortea la catástrofe, a costa, generalmente, de llegar hasta donde dijo que no iba a llegar.

Y, en estos momentos, detrás del silencio que guarda el equipo negociador del PSC pesan las dos exigencias que ERC ha colocado encima de la mesa (y que son las mismas que plantea Puigdemont): el pacto fiscal y el referéndum.

Por menos ERC no puede contaminarse con el apoyo al PSC, por muy debilitada que haya salido de las eleccciones, e incluso con estas cesiones tampoco está asegurado que Illa pueda contar con la investidura.