Alguien tendrá la explicación de cómo con 72 años se puede mantener semejante estado de forma. Mientras medio país se rebela contra el edadismo rock y perdona a Bruce Springsteen una ligería afonía por su indiscutible condición de titán y otra media – bueno, o quizá sea la misma – solo comparte fotos de Françoise Hardy cuando no rebasaba la treintena (como si no hubiera seguido siendo guapa y talentosa en su crepúsculo), Chrissie Hynde sigue dictando lecciones magistrales desde los escenarios al frente de unos Pretenders de quienes solo queda lo que es la marca: ya ni siquiera Martin Chambers (de su misma edad), batería original de la formación, es capaz de seguirle el ritmo porque no está en esta gira. Tampoco el teclado de Carwyn Ellis, a quien por Valencia no vemos el pelo desde que vino con Edwyn Collins al Loco Club hace algo más de una década. Pero sí comparece, y de qué modo, el guitarrista de aquella noche, un enorme James Walbourne que bien podría ser su hijo (44 años), y que replica con vigor los riffs, los solos y los punteos de las canciones de discos tan merecidamente señalados como Pretenders (1980) y Learning To Crawl (1984), que fueron los más representados anoche: el primero por imbatible, el segundo por cumplir cuatro décadas (y ser casi imbatible). Hynde y Walbourne: qué parejón en escena.