¿Qué es la “nieve marina” y cómo está afectando al cambio climático?

¿Qué es la “nieve marina” y cómo está afectando al cambio climático?

La nieve marina es uno de los muchos factores de nuestro
planeta que afectan al avance del cambio
climático
y entenderla bien puede ayudarnos a predecir su progresión
durante las próximas décadas. Dicho en pocas palabras: la nieve marina no es
más que diminutos fragmentos de materia orgánica que se hunden lentamente en el
océano. Pueden ser organismos muertos como el plancton, bacterias o migajas
de excrementos
conocidos como pellets fecales, por ejemplo. Su nombre es bastante
descriptivo, porque si observamos estos pedazos de materia veremos que caen a
las profundidades
como si fueran copos de nieve que, en lugar de precipitarse a través de la
atmósfera, lo hacen en el mar.

En un artículo científico publicado en la revista Science por
investigadores de la Universidad de Stanford relata cómo estos tomaron muestras
marinas
que analizaron en los mismos barcos en los que viajaban. Para
ver la caída de la nieve diseñaron un tubo circular lleno de agua que giraba
como la rueda de una bicicleta en torno a su eje. De ese modo, la nieve
marina que introducían caía como si estuviera en una cinta
de correr, quedándose estática mientras la observaban al microscopio. El
resultado fue inesperado: la nieve se hundía mucho más lento de lo esperado. Concretamente
a la mitad de la velocidad estimada y, hasta donde sabemos, de esa velocidad depende
parte de la capacidad de nuestros océanos para moderar el cambio climático.
Malas noticias.

El cambio climático en dos párrafos

El cambio climático es mucho más complejo de lo que solemos
suponer. La versión resumida diría algo así como: el dióxido
de carbono
que emiten nuestras industrias, vehículos, etc. funciona como
una manta alrededor de nuestro planeta, reteniendo el calor del sol que rebota
en nuestra superficie, sobrecalentándonos. Y es cierto, sin duda, no en vano una
encuesta de 2021 mostró que el 98,7% de los científicos encuestados aceptaban
la influencia humana en el cambio climático, una cifra que asciende al 100% si
solo tenemos en cuenta a los encuestados con un alto nivel de experiencia en climatología.

Ese mismo año, otro estudio analizó las investigaciones
entre 2012 y 2020 y concluyó que el 99% coincidían en apuntar a las emisiones
de dióxido de carbono humanas como el mayor responsable del cambio climático. Sabemos
incluso que existen ciclos que se retroalimentan, acelerando este calentamiento.
Por ejemplo: al aumentar la temperatura se funde el hielo, la superficie de
la Tierra se oscurece y, como cuando llevamos una camiseta negra bajo el Sol,
retiene más calor, fundiendo más hielo y cerrando el ciclo. Sabemos también
que el cambio climático no es solo un calentamiento global, la temperatura
media del planeta aumenta, sí, pero no de cada uno de sus puntos. Algunos
pueden experimentar intensas olas de frío porque, en general, este cambio del
clima viene acompañado con fenómenos meteorológicos extremos: más olas de
calor, huracanes, riadas, sequías, etc. Y ahora… ¿Qué tienen que ver la
nieve marina con todo esto?

El papel de los océanos

En realidad, el dióxido de carbono es un gas natural
cualquiera, no es un problema que esté en nuestra atmósfera porque existe un
ciclo del carbono que, al igual que el de la lluvia, hace que esté en continua
circulación, de arriba para abajo. El problema es que, al estar emitiendo
carbono que estaba atrapado en lugares que normalmente se encuentran fuera de
este ciclo, estamos acumulándolo en la atmósfera más rápido de lo que nuestro
planeta puede volverlo a fijar en el tronco de los árboles o las profundidades
del mar. Porque, efectivamente, existen mecanismos que retienen carbono y
en el océano tienen lugar varios, por lo que es considerado un sumidero de dióxido
de carbono natural.

En concreto, en este caso los seres vivos que han acabado
formando la nieve marina, en vida, retenían carbono de la atmósfera en sus
tejidos. Según algunos estudios, esta nieve marina es capaz de absorber un
tercio del dióxido de carbono que producimos anualmente. Al hundirse estos
fragmentos, por lo tanto, podríamos decir que parte del carbono sale de ciclo
durante milenios. Es la llamada “bomba biológica”. Y aquí es cuando llegan
las malas noticias.

Demasiado lento

Sin embargo, gracias al microscopio rotatorio los
investigadores pudieron observar algo extraño: la mucosidad que envolvía estos
fragmentos se deformaba al caer a través del agua tomando formas que, para
simplificarlo, funcionaban de forma análoga a un paracaídas, ralentizando su
viaje hacia lo hondo. De hecho, se mantenían el doble de tiempo en los
primeros 100 metros de profundidad, tiempo suficiente para que se degraden y
vuelvan a emitir ese carbono que habían retenido en forma de dióxido de
carbono.

Por suerte, el descubrimiento no empeora nuestra situación.
Lo que hace es abrirnos los ojos para comprender las complejidades del cambio
climático y, por lo tanto, diseñar mejores estrategias para combatirlo antes
de que sea incluso más tarde.

QUE NO TE LA CUELEN:

La teoría nos ayuda a hacer predicciones bastante ajustadas
de la realidad, pero cuando entran en juego tantos factores es relativamente
fácil que la realidad diverja de nuestras predicciones. Por eso es tan
importante ponerlas a prueba como han hecho estos investigadores de la
Universidad de Stanford, que aunque conocían los cálculos de los modelos
informáticos, quisieron testarlos in situ, con nieve recién extraída de
los océanos y, para su sorpresa y nuestra suerte, descubrieron que, a veces, a nuestra
comprensión del mundo se le escapan detalles.

REFERENCIAS (MLA):

“Hidden
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https://iopscience.iop.org/article/10.1088/1748-9326/8/2/024024Myers, Krista F., et al. “Consensus Revisited: Quantifying Scientific Agreement on Climate
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Environmental
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doi:10.1088/1748-9326/ac2774.

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