¿Qué pasa con la autonomía estratégica de los alimentos?

¿Qué pasa con la autonomía estratégica de los alimentos?

El informe Draghi, presentado recientemente, se centra mucho en la autonomía estratégica de la Unión Europea (UE) en sectores económicos considerados claves, en los que está perdiendo el tren frente a otras potencias como China y Estados Unidos. Pone el acento en la industria, incluida la de defensa, y en todo lo relacionado con el mundo digital entendido en sentido amplio, es decir, desde los semiconductores hasta los gigantes tecnológicos y todo lo que suena a innovación. Que la UE ha perdido algunos de estos trenes es evidente; que es necesario recuperar el tiempo también. Para ello se propone destinar 800.000 millones de euros al año, que se conseguirían mediante la emisión de deuda mutualizada, algo a lo que varios Estados miembros, como los Países Bajos o Alemania, no parece que vayan a dar su aprobación. Sin embargo, en el citado informe del que fue máximo responsable del Banco Central Europeo no se dice mucho sobre otro sector estratégico (porque comemos todos los días varías veces) como es el agroalimentario. Quizás no se aborde el asunto porque en la UE no falten alimentos en estos momentos gracias fundamentalmente a la Política Agraria Común (PAC), pero eso no significa que no existan riesgos y que la UE no deba mejorar su autonomía estratégica en el sector agrario y alimentario.

Un ejemplo: los Estados miembros de la UE contemplados en su conjunto tienen ahora excedentes de alimentos en un buen numero de sectores, como prueban sus cifras de exportaciones agroalimentarias. Pero también es evidente que en ciertos ámbitos padecen un importante «talón de Aquiles». Es el caso de la alimentación animal, especialmente en el caso de la ganadería intensiva, vital para España. Los productos básicos para dar de comer a pollos, cerdos, vacuno de carne y de leche, y el ovino, son dos: el maíz y la soja, sobre todo. Y la UE es muy deficitaria, sobre todo de este último. Si por cualquier motivo se cerrase o redujese la entrada de esa oleaginosa, tendríamos un grave problema, fundamentalmente en España, dada la gran dependencia de nuestro sector ganadero intensivo de este producto. Es verdad que durante los últimos años se han puesto en macha en la UE diversos planes para fomentar la producción de oleoproteaginosas, pero estos no han dado todavía los resultados que se esperaban. En conclusión, que ahí tenemos un grave problema de autonomía estratégica, que no se tiene suficientemente en cuenta en el informe Draghi.

Parece como si se tratase de un asunto lejano y que hay tiempo para solucionarlo. Sin embargo, no es así, porque, salvo que se retrase la aplicación de la nueva normativa sobre deforestación importada, prevista para el 1 de enero próximo, podríamos encontrarnos ante una situación de desabastecimiento de soja, maíz y otra serie de productos, que son importantes en la alimentación humana y animal. Esa nueva normativa comunitaria prohíbe la importación de diversos productos, entre ellos los citados anteriormente, desde distintos países terceros, en los que su reglamentación no dificulte la deforestación, por ejemplo en el Amazonas. El problema radica en que a estas alturas no se han delimitado las zonas de Brasil en las que la soja producida allí podría ver afectadas por la prohibición de entrada en el mercado comunitario. No es el único país afectado. Al no estar claro el ámbito geográfico de aplicación de esa nueva normativa, nos encontramos con que las compras de soja a partir de enero se han reducido al máximo, a la espera de que todo se aclare. Por otro lado, para evitar que el problema vaya a más, desde distintos ámbitos se ha pedido a la Comisión Europea que se aplace la entrada en vigor de la nueva normativa sobre deforestación importada.

Pero el problema radica en que para lograr ese aplazamiento es necesaria una iniciativa legislativa, lo que lleva su tiempo. Y, sin soja, nos encontraríamos con la alimentación de las aves, tanto para puesta (huevos) como para carne, la de los cerdos, el vacuno y parte del ovino, no sería posible, sin que existan, por el momento, otros productos sustitutos. En este caso, además, el problema no viene planteado por una guerra, como la de Ucrania, ni por una subida especulativa de los precios de los cereales y de las oleaginosas en el mercado mundial. El problema emana de una norma de la UE, que se elaboró para proteger el medio ambiente y los bosques fuera de sus fronteras. Lo dicho, el informe Draghi está muy bien y hace falta fomentar la autonomía estratégica en sectores modernos e innovadores, pero sin olvidar que hay otros tradicionales, como el agroalimentario, que también son estratégicos.

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