Raúl Núñez, el escritor que llevó a Sinatra a la posada del fracaso

Raúl Núñez, el escritor que llevó a Sinatra a la posada del fracaso

Raúl Núñez era argentino de nacimiento, de Buenos Aires para ser exactos, pero se conocía como nadie esa Barcelona preolímpica que no aparecía en las guías turísticas, la del Barrio Chino, la de las pensiones de mala muerte, la de los callejones en los que era fácil encontrarse a alguien con jeringuilla en brazo o donde una pareja buscaba oscuridad para saciar su pasión. Eso es lo que surge en las páginas de la que sin ninguna duda es la obra cumbre de Núñez, «Sinatra. Novela urbana» que conoció aplausos y cierto éxito al que se sumó una memorable adaptación cinematográfica dirigida por Francesc Bertriu con Alfredo Landa como protagonista y música de Joaquín Sabina, admirador del escritor.

Hacía tiempo que no se hablaba de Núñez y su producción literaria dormía un injusto sueño. Efe Eme ha tenido la brillante idea de empezar a rescatar los libros de uno de los autores que ha sabido desmitificar la capital catalana. Si hace poco regresaban a las librerías «Derrama whisky sobre tu amigo muerto», ahora es el turno de este «Sinatra» que tiene uno de los más brillantes inicios de la historia de kas letras del siglo XX en nuestra lengua: «Sinatra se parecía a Sinatra». Pero esta no es una obra dedicada a Francis Albert sino a un hombre cuarentón y que se estaba empezando a quedar calvo, que se ganaba la vida como portero de noche en una pensión económica de la calle Hospital, cuando el Chino era el Chino y los personajes de Núñez vivían, como canta Sabina, «en la posada del fracaso donde no hay consuelo ni ascensor», además de compartir colchón «el desamparo y la humedad».

«Sinatra» no era una novela autobiográfica, pero como reconocía el mismo Raúl Núñez, tenía mucho que ver con experiencias que él mismo había vivido. A ello se sumaba esa fascinación, por parte del escritor, hacia la soledad, un denominador común para muchos de los personajes de su universo urbano. Como él mismo apuntó en una entrevista, «es una situación común a todo tipo de gente, porque en la novela ves que tanto una viuda formal como un tío que acaba de salir de la cárcel tienen este problema y tratan de conectarse entre sí a través de un club de amistades por correspondencia».

Núñez se autoproclamaba con orgullo que pertenecía al país del Barrio Chino y también sostenía que a la sociedad en la que le toco vivir le faltaba un poco más de coñac y tarot.

Antes de narrador fue poeta, tratando de vender aquellos versos en un bar moderno de los que podía encontrarse en la Plaza Real, tocando a las Ramblas. Como contó su amigo Marcelo Covián, «se sentaba a tomar el desayuno a eso de las 11. Cuando vendía tres o cuatro, pagaba la consumición y tenía dinero suficiente para el resto del día. El libro le convirtió en un poeta de culto que no trascendió de su público natural y local ni de las fronteras del Barrio Chino».

El éxito le llegó con «Sinatra» y «La rubia del bar», que también dio el salto a la gran pantalla de la mano de Ventura Pons. Colaborador en diferentes revistas contraculturales, como «Vibraciones» o «Bésame mucho», finalmente dejó esa Barcelona canalla que tanto amaba por Valencia, a donde se trasladó a finales de los ochenta. Allí se convirtió en una de las firmas habituales de la revista «Turia» en la sección titulada «El aullido del mudo». Murió la madrugada del 7 al 8 de mayo de 1996.

En 2008, un grupo de admiradores formado por Bertriu, Sabina, Pons, Juan Madrid y Juan Marsé, recogieron sus versos en el libro «Marihuana para los pájaros».

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