Reconstruyendo una tarde histórica de Antonio Benvenida

Reconstruyendo una tarde histórica de Antonio Benvenida

Durante la feria de San Isidro de 1954, concretamente el 30 de mayo, en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, Antonio Bienvenida realizó una hazaña memorable al lidiar seis toros de los hijos de don Graciliano Pérez Tabernero en solitario. Fue una tarde triunfal que consolidaba al torero como el torero de Madrid por excelencia.

Una recopilación de las crónicas publicadas en ABC y en El Ruedo nos permite reconstruir aquella tarde, de la que hoy se cumple su 70º aniversario, de esta manera:

La plaza estaba completamente llena, con el cartel de “No hay billetes” colgado en la entrada, y el ambiente estaba cargado de expectación. Bienvenida comenzó la corrida enfrentándose al primer toro, un animal grande y de astas delanteras que le dio trabajo desde el primer lance. Antonio lo llevó al centro de la plaza y, tras una faena ajustada por el pitón izquierdo, culminó con una serie de pases altos y redondos. Aunque tuvo algunos problemas con la espada, descabelló al tercer intento, recibiendo palmas del público.

El segundo toro permitió a Bienvenida lucirse en los lances de saludo, ganando terreno con gracia y maestría. La ovación fue estruendosa durante los quites y después de colocar dos pares de banderillas. Sentado en el estribo, dio tres pases por alto y, aunque el toro cayó durante un natural, Bienvenida logró una media estocada y descabelló al primer golpe, recibiendo una gran ovación y saliendo al tercio.

El tercer toro fue lidiado con ayudados por alto. Aunque Bienvenida sufrió algunos trompicones y perdió la muleta, consiguió una estocada delantera que hizo que el toro se entregara.

El cuarto toro, fue uno de los momentos más destacados de la tarde. Mediando la corrida, Bienvenida estaba pleno de facultades, llevando la lidia de manera magistral. Con ayudados por bajo en tablas y una serie de pases por alto, el entusiasmo del público fue unánime. Bienvenida cortó una oreja a “Palmero”, quien fue merecedor de la póstuma vuelta al ruedo.

El quinto toro fue brindado a Don Gregorio Corrochano. La faena incluyó pases templados con la mano derecha e izquierda, pero aunque pinchó al toro, las palmas del público no cesaron.

El sexto toro permitió a Bienvenida culminar la tarde de manera excelente. Toreando por verónicas con elegante suavidad y ejecutando un quite por chicuelinas y lances al delantal, el torero brindó la muerte del toro al público. La faena fue breve pero intensa, con una media estocada que hizo que el toro se echara. La petición de oreja fue unánime y el presidente la otorgó. Bienvenida dio una vuelta al ruedo primero a pie y luego fue llevado a hombros por la puerta grande, acompañado por los vítores de los entusiastas.

Tras la corrida, el público, en número de más de tres mil personas, se estacionó ante la casa de la madre del torero en la calle de General Mola (actual Príncipe de Vergara). Las loas y ovaciones fueron tantas que Antonio Bienvenida tuvo que asomarse al balcón varias veces para agradecer el cariño y los aplausos.

Crónicas como la de Giraldillo y Alfredo Marquerie describen la maestría y sabiduría con la que Bienvenida lidió cada toro. Su capacidad para torear con una técnica variada y clásica, combinando pases con gracia y elegancia, demostró su gran dominio del arte taurino. El traje limpio al final de la corrida simbolizaba la pureza y perfección de su toreo, sin necesidad de utilizar el estoque de madera para aliviarse. Fue una tarde donde la autoridad y capacidad de Bienvenida como torero fueron claramente evidentes, culminando en una ovación que resonó más allá de los aledaños de la plaza.