Salvador Dalí, el olvidado embajador de Barcelona

Salvador Dalí, el olvidado embajador de Barcelona

Barcelona tiene una deuda importante con Salvador Dalí quien, pese a ser de Figueres, fue uno de los mejores embajadores que ha tenido la capital catalana. Por todo el mundo divulgó el modernismo y la modernidad de la ciudad prestándose a posar para algunas de las revistas y los diarios más prestigiosos de todo el mundo. Pese a que mientras agonizaba el pintor, el entonces alcalde Pasqual Maragall prometió que Dalí entraría en el nomenclátor barcelonés, todavía no hay nada que recuerde aquella petición.

En Barcelona, el pintor surrealista realizó sus primeras exposiciones importantes en las Galeries Dalmau, paseó con Federico García Lorca para quien hizo los decorados de su «Mariana Pineda» en 1927, presentó a los medios extranjeros los edificios de Antoni Gaudí cuando no interesaban ni a los turistas japoneses… Esa relación de amor hoy no correspondido es el eje de una exposición que acaba de abrir sus puertas en el Museu Diocesà.

Bajo el comisariado del experto daliniano Ricard Mas, la exposición recoge 120 imágenes, varias de ellas inéditas que hacen evidente los vínculos entre el mejor pintor que ha dado el Empordà y Barcelona. A esos materiales se le suman publicaciones, programas de mano de exposiciones, carteles y originales que ayudan a dar contexto a una relación a la que el mismo Mas dedicó hace unos años un voluminoso y muy documentado libro.

En Barcelona es donde un jovencísimo Dalí empezó a tener relación con las publicaciones de vanguardia que se publicaban especialmente en el París de los años veinte, gracias a la mítica Llibreria Verdaguer, propiedad de su tío Anselm Doménech.

Fue también aquí donde el artista tuvo, como se demuestra en la exposición con creadores como J. V. Foix, Josep Maria Subirachs, Joan Abelló –que le llevó un caballo al mismísimo Hotel Ritz, el centro de operaciones daliniano en Barcelona– o Isidor Bea, el escenógrafo que se convirtió en el principal colaborador del padre de los relojes blandos en numerosos proyectos.

La muestra también nos ayuda a conocer escenarios importantes para Dalí, como el Ateneu Barcelonès de cuya asistencia a su tertulia existe afortunadamente documento fílmico, así como los restaurantes Los Caracoles o Via Veneto. Más curiosa es la participación del pintor en propuestas aparentemente más insólitas, como la realización de original –hoy perdido– para un cartel con el que apoyó al club Sant Andreu o el grabado que dedicó al F. C. Barcelona. Tampoco falta el recuerdo a uno de sus peluqueros, el desaparecido Lluís Llongueras, quien conservó toda su vida las tijeras con las que cortó el pelo por última vez a Dalí, así como un mechón de pelo de esa sesión.

Todo ello y más sirve para rendir tributo al pintor en el 120 aniversario de su nacimiento.

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