Silencios de Amor y Desesperación

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«Silencios de Amor y Desesperación» narra la profunda tristeza y el tormento de Alejandro, un hombre atrapado en el abismo de la pérdida y el arrepentimiento. Su lucha por encontrar paz en medio del caos emocional es un testimonio de la complejidad del amor y el dolor, y de cómo, a veces, el mayor desafío es aprender a vivir con los silencios que dejan aquellos que amamos.

Por Ehab Soltan de El diario de Clara y Alejandro

Hoylunes – Alejandro, con el teléfono aún en la mano, sintió cómo su mundo se derrumbaba a su alrededor. La voz de Clara, que había sido su refugio y su consuelo, ahora se desvanecía en un silencio que parecía eterno. La última conversación con su amada resonaba en su mente, una y otra vez, cada palabra perforando su corazón como una daga afilada.

«Le pido a Dios, Clara, le pido a Dios», había comenzado Alejandro, con una súplica desesperada. «Oh Señor, mi corazón ya no es suficiente… porque quien lo ama equivale al mundo. Así que pon otro en mi pecho… será tan espacioso como el mundo». Sus palabras eran un reflejo de su angustia, una búsqueda de alivio en medio de un dolor abrumador.

Recordaba cómo le había hablado de su amor, un amor que comparaba con la muerte y el nacimiento, un amor que era imposible de repetir. «Tu amor, Clara… tú de ojos profundos… extremismo, misticismo, adoración, eres mi amor». «Pero su amor no había sido suficiente para sostenerla». «Deja tus ojos rojos, Clara: me estás matando», le había dicho, sintiendo cómo su desesperación lo consumía.

Clara, sin embargo, había respondido con frialdad y determinación: Cállate, cállate. Me basta con hacerte daño. Perdona a todos… No sé si llorar o reír. Dudas de mí entre mis amigos. Y de ti: mi enfermedad y mi tormento. Cállate… y avergüénzate de tu pecado. No soy como tú, «siempre te respeto».

La furia y el dolor en su voz eran inconfundibles. Clara le había jurado que no lo odiaba, pero estaba profundamente herida y decepcionada. «Te juro que no te odio… pero estoy enojada y molesta. En tu camino… planté lealtad. La cosecha fue privación.»

La llamada terminó abruptamente. Clara había colgado, dejando a Alejandro en un estado de tristeza y desesperación. Cada rincón de la habitación parecía susurrarle su nombre, cada sombra recordándole su ausencia. Alejandro se sentía atrapado en un torbellino de emociones, sin saber cómo escapar del dolor que lo consumía.

Las palabras de Clara seguían resonando en su mente. La culpa y el arrepentimiento lo carcomían, sabiendo que había perdido lo más preciado en su vida. Intentaba encontrar consuelo en sus recuerdos, pero estos solo intensificaban su sufrimiento. Las promesas no cumplidas, los sueños rotos, todo se mezclaba en una maraña de emociones que no podía desenredar.

Alejandro, ahora solo, se enfrentaba a la realidad de su situación. Sin Clara, su vida se sentía vacía y sin propósito. La esperanza que alguna vez había tenido se desvanecía con cada día que pasaba. En su corazón, aún albergaba la esperanza de que algún día Clara lo perdonara, pero sabía que debía encontrar una manera de sanar sus propias heridas primero.

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