Simone Biles, más grande aún cuando tropieza, reclama a Rebeca Andrade para su club

Simone Biles, más grande aún cuando tropieza, reclama a Rebeca Andrade para su club

La fiesta ha acabado en la Pirámide de Bercy. El pabellón aclama ¡Re-be-ca! ¡Re-be-ca! ¡Re-be-ca! Y, desde el podio, en el escalón del bronce, Jordan Chiles dirige y anima al coro, y le pide un crescendo imposible, y en el escalón de la plata Simone Biles acompasa los gritos con sus palmas, feliz como una niña celebrando a su reina, a Rebeca Andrade, la brasileña de las favelas, que asciende al primer escalón, el del oro, y puestas de acuerdo con un gesto, Chiles y Biles, a un lado y otro, se inclinan y la reverencian como a Sisi emperatriz sus cortesanas en Viena. Y no hay quien no se emocione ni entienda a la perfección el significado de lo que ocurrió el último día de la gimnasia, un lunes a la hora de la comida, junto al Sena en París.

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