Socorrooo

Socorrooo

Se ha jubilado el gran Fierro, corresponsal de Cope en Washington y entenderemos menos de los EEUU. También se han jubilado este mes mi ginecólogo, la peluquera y el carnicero. El ginecólogo es un septuagenario listísimo, con el que aprovechaba para hablar de series, entre ovario y ovario. Lo de la peluquera me ha sentado incluso peor, veremos qué hago con esta melena de león de la Metro, que me recuerda a José Mercé. Pero lo que ya no puedo soportar es lo del carnicero, que además me enviaba los pedidos a casa. Justo cuando la nutricionista dice que tengo que doblar la ingesta de proteína, por la menopausia, va Marcelino y me condena a la gran superficie, con vacas estresadas y pollos enloquecidos.

¡La peluquera y el carnicero apenas me llevan cuatro o cinco años: de repente me he visto mirando las obras de la calle y ajustándome una goma en los bajos de los pantalones, para montar en bicicleta! Hace «na», ayer mismo, entraba con 21 años en la redacción de ABC y flipé con Anson, recorrí el mundo haciendo reportajes, salté a las tertulias y El Mundo, tomé el relevo de Encarna Sánchez y María José Navarro en Cope y comencé a escribir en La Razón. Ay, Jorge Manrique.

La más numerosa generación de la historia reciente, con familias de cuatro y cinco hijos, la que viajaba en 850 con la abuela y el canario, dormía en literas, merendaba con Los Chiripitiflaúticos y vivió la muerte de Franco en la adolescencia, va a la pensión. Es una multitud, la primera oleada de un frente abigarrado de gente empecinada en salir adelante con entusiasmo. De un solo golpe, la pirámide poblacional se trastoca, porque los viejos se hacen miríada y hay menos trabajadores para sostenerlos.

Miro a mis espaldas y veo generaciones que no pueden comprar un piso, que poseen lo justo (un coche de segunda mano, customizado como caravana; los enseres precisos para no hacer incómodo el alquiler y un móvil) y que carecen de ninguna perspectiva de reproducirse. Me viene a la memoria aquel «pepito grillo» de Aznar que fue Pepe Barea y que ya dijo, hace 25 años, que la cuenta de las pensiones estaba mal hecha.

Ahora bien, los que llegaron a Benidorm con sus padres hacen mucho melanoma, pero no piensan tirar la toalla. Se casaron ilusionados y se divorciaron, pero invaden las redes de contactos. Los que estudiaron FP y BUP piensan recorrer el mundo antes de estirar la pata. Los «boomers» hemos peleado contra los fantasmas de la miseria que nos trasladaron padres y abuelos. Advierto: no seremos Carpanta, ni Vivian Leight en «Lo que el viento se llevó».

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