En la recta final del festival de Cannes y cuando ya solo queda una jornada, dos películas han logrado elevar al máximo la escasa calidad de la Sección Oficial a concurso: Anora, del cineasta estadounidense Sean Baker, y Grand Tour, del portugués Miguel Gomes. Están a años luz de la mayoría de sus rivales. Y sin parecerse en nada, en algo coinciden: esa forma de entender el cine como aventura incomparable para despertar la imaginación y la emoción en el espectador.