El silencio nos condena a la oscuridad

El silencio nos condena a la oscuridad

Tenía nombre de flor y acababa de cumplir trece años. Cuando llegó al colegio, cuando fue apodada “la nueva” —con sus hoyuelos y sus ojos de color aguamarina— corría el año 1997 y aquellos eran tiempos de Jack y Rose en Titanic, de las gargantillas de malla elástica o de la penetrante mirada azul de…