El hambre de flamenco no se sacia con dinero
Como si las cuerdas de la guitarra fuesen las que buscan la yema de sus dedos y no al contrario, Antonio las hace sonar con la misma precisión que la que sugiere su apodo: El Relojero. Desliza su mano izquierda por el mástil como si lo acariciase, pero con furia. Con una fuerza medida, consciente,…