Un homenaje en la casa de Joaquim Agostinho

Un homenaje en la casa de Joaquim Agostinho

Joaquim Agostinho acababa de cumplir 41 años cuando un perro se cruzó en su camino el 30 de abril de 1984 mientras competía en la Vuelta al Algarve. Se fue al suelo cuando era líder de la carrera y sufrió un traumatismo craneal que acabó provocándole la muerte unos días después. Después del golpe se levantó y volvió a subirse a la bicicleta e incluso cruzó la meta ayudado por varios compañeros. Se negó a subir a una ambulancia y después de terminar la etapa se quejaba de mareos y dolores de cabeza, pero se negó a ser trasladado a un hospital. Acudió a un centro de salud, pero no le quedó más remedio que ser trasladado al hospital de Loulé. Le diagnosticaron una fractura craneal y le volvieron a trasladar, esta vez a un hospital de Lisboa, donde falleció el 10 de mayo de 1984. En aquella época el casco no era obligatorio para los ciclistas.

Agostinho, leyenda del ciclismo portugués, había decidido alargar su carrera con la ilusión de correr en su país y disputar el Tour con la camiseta del Sporting de Portugal para alcanzar el récord de 14 participaciones que entonces tenía Joop Zoetemelk. No llegó a la carrera francesa, falleció antes, pero recibió el homenaje de su compañero Paulo Ferreira, que había cumplido 22 años el día después del fallecimiento de Joaquim, con una victoria en la carrera francesa. Se convirtió así en el segundo ciclista portugués que ganaba una etapa en el Tour, algo que hasta entonces sólo había conseguido Agostinho.

Han pasado 40 años, pero Joaquim Agostinho sigue siendo la referencia del ciclismo portugués. Nunca un corredor de su país ha estado tan cerca de ganar una gran Vuelta como él. Ganó 10 etapas en el Tour y tres en la Vuelta; subió dos veces al podio en París (1978 y 79), acabó seis veces más entre los diez primeros y otras cuatro entre los 15 primeros, su peor clasificación. En 1983, ya con 40 años cumplidos, fue undécimo y perdió la Vuelta de 1974 por apenas 11 segundos ante el Tarangu Fuente. Era la diferencia más corta de la historia entre el ganador y el segundo clasificado hasta que Alberto Fernández la perdió por seis segundos ante Eric Caritoux, precisamente en 1984, el mismo año en el que falleció Agostinho.

Agostinho es el ejemplo para ciclistas como Rui Costa y Joao Almeida, que participan en la Vuelta. «La salida del Tour en Florencia y el comienzo de la Vuelta en mi país hacen que quiera continuar como corredor en 2024», confesaba Rui Costa, el único portugués que ha sido campeón del mundo y que ganó el maillot arcoíris en 2013 en Florencia, por delante de Purito Rodríguez y de Alejandro Valverde en el podio más triste del ciclismo español.

Ni los ciclistas portugueses ni Portugal se han olvidado de Joaquim Agostinho. La segunda etapa de la Vuelta pasa por su localidad natal, Torres Vedras, a algo menos de una hora de Lisboa y donde en 2021 se inauguró un museo en su honor. Allí se puede hacer un repaso de su carrera, que le llevó a competir en equipos como el Magniflex, el mítico Bic, el Flandria o el español Teka: El último equipo fuera de su país fue el Sem, antes de regresar al equipo donde comenzó, el Sporting.

Agostinho comenzó su carrera ciclista tarde y por casualidad. Al regresar del servicio militar en Mozambique, donde luchó en la guerra de independencia de la antigua colonia portuguesa, pensaba en comprarse un equipo de música, pero acabó comprándose una bicicleta. En principio era sólo un medio de transporte, pero comenzó a participar en carreras y a ganar. En 1968 fue segundo en su debut en la Vuelta a Portugal. En 1969 debutó en el Tour y ganó dos etapas y diez años después llegó su mítico triunfo en l’Alpe d’huez.

La Vuelta lo recordará el domingo al paso por Torres Vedras, en el kilómetro 67 de carrera. Y después pasará también por Caldas de Rainha, la localidad natal de João Almeida, que aspira a ser el primer portugués en ganar una grande después de haber subido al podio el año pasado en el Giro.

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