Un psicoanalista en busca de la lógica del absurdo

Un psicoanalista en busca de la lógica del absurdo

Durante una sesión terapéutica, uno de mis pacientes, perplejo ante la efervescencia de las elecciones en Estados Unidos, me comentó: “Nunca me ha interesado la política, y menos la de ese país. Entonces, ¿por qué no puedo despegar los ojos de ese vetusto personaje caricaturesco? [Trump]”. A lo que él mismo respondió: “Porque es absurdo… una bufonada”. Otro paciente, este de mediana edad, exitoso en su trabajo, viene a verme, atormentado por una orden que afirma: “Si no rezas dos horas antes de ir a trabajar, te despedirán”. E indaga acerca del síntoma: “Si es absurdo, ¿por qué lo hago?”. Cuanto más vívida es su experiencia obsesiva, más apremiante la compulsión. Vivimos en una era de desconcierto que conlleva una panoplia de absurdos. No solo en lo que concierne a la política mundial. Nos atrae lo absurdo del absurdo. Pero ¿qué constituye el sentimiento del absurdo? Y ¿qué mecanismos permiten que una manifestación psicológica tan sinsentido sea tan importante para la vida psíquica del ser humano?

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