Un ‘quirófano’ móvil para chequear tallas de madera policromada de hace cuatro siglos

Un ‘quirófano’ móvil para chequear tallas de madera policromada de hace cuatro siglos

El terremoto de Lisboa, un voraz incendio y un frustrado proyecto urbanístico amenazaron en varias épocas con suprimir del plano de Valladolid a la iglesia de la Vera Cruz, que la semana pasada resistió al desplome de su cúpula y también sus tallas de Gregorio Fernández que han superado un chequeo.

Han transcurrido ocho días, no hubo víctimas mortales ni heridos y tampoco ha sufrido daños la extraordinaria colección de esculturas y conjuntos procesionales que la cofradía encargó al principal imaginero de la época, Gregorio Fernández (1576-1636), el ‘mago de Sarria’ que desde su Lugo natal hizo historia desde Valladolid.

“Se encuentran en perfecto estado. La situación es muy favorable”, ha explicado este miércoles a EFE Consuelo Valverde directora de Conservación y Restauración de la Fundación Las Edades del Hombre, responsable del taller instalado en la catedral de Valladolid.

Es este improvisado ‘quirófano’ móvil todas las tallas procesionales, una decena, han sido sometidas a un exhaustivo análisis desde que el pasado viernes llegaron a las dependencias catedralicias desde la iglesia derruida parcialmente (más de cincuenta toneladas de cascotes).

“Hemos limpiado el polvo y realizamos un seguimiento diario para detectar posibles levantamientos de la policromía debido a la humedad y a las oscilaciones térmicas”, ha precisado la conservadora en medio de un hospital de campaña donde varias restauradoras se afanan con aspiradoras eléctricas y manuales, brochas y pinceles.

De momento no han observado ninguna incidencia reseñable más allá de “pequeñas faltas o blancos” en la policromía como consecuencia no del desplome de la cúpula, sino del manejo necesario para el montaje en andas o carrozas de estas tallas con motivo de la Semana Santa, de la que son un referente por su calidad artística y valor devocional.

Vida propia

“Es que en realidad son imágenes vivas, de devoción, no musealizadas, tienen vida propia durante todo el año”, de ahí su conservación en lugares preferenciales dentro de la iglesia penitencial de la Vera Cruz, la más antigua de Valladolid (1498), para la que fueron encargadas a Gregorio Fernández.

Son palabras del delegado diocesano de Patrimonio, Jesús García Gallo, quien por esta razón ha justificado el próximo destino de la Dolorosa y de la reliquia del Lignum Crucis, “cara al público”, hasta el altar mayor de la iglesia de San Miguel y San Julián, este mismo mes y en una fecha aún por confirmar, tras su paso por el taller.

Son imágenes de devoción a las que Gregorio Fernández, más allá de la estética, confirió un realismo dramático rayano al patetismo que acentuaba la piedad y el fervor populares a través de su contemplación en las calles durante las procesiones, con un perfecto estudio de la anatomía según delatan el Ecce Homo (Cristo de la Caña), el Atado a la columna o la Dolorosa retorcida de dolor.

Cuatro siglos

Todas ellas acaban de cumplir cuatro siglos desde que salieron del taller del principal imaginero del barroco, un Gregorio Fernández capaz de sintetizar el legado de Alonso de Berruguete y Juan de Juni, sus predecesores, pero con el valor añadido de un realismo y espiritualidad reconocible en sus retablos, dolorosas, yacentes y crucificados.

Traspasan el dolor, comunican la tragedia, filtran el misterio y abonan una fe y religiosidad que el propio Fernández empleó en su abundante producción desde que en 1601 instaló taller propio en Valladolid, y fue reclamado no sólo para imágenes de devoción sino para empeños mayores como el retablo de la catedral nueva de Plasencia (Cáceres), que han pasado a la historia del arte.

Antes y después

Pliegues, rizos, barbas y cabelleras han sido sometidos a una minuciosa limpieza y análisis con termohigrómetros para evaluar el nivel de humedad, aunque las obras “suelen aclimatarse al lugar donde se encuentran”, ha apuntado Consuelo Valverde.

Toda la operación, el antes y el después, desde el embalaje hasta el resultado final de la intervención ha sido documentado fotográficamente para su inclusión en el historial clínico de estas esculturas que ya fueron restauradas en los años noventa y en 2001, hace casi un cuarto de siglo.

En cierto modo, los imagineros se anticiparon al invento de la fotografía, ya que ellos fueron los primeros retratistas de las gentes, clases populares de la España de los siglos XV y XVI, rostros que les sirvieron de modelo para cincelar sus dolorosas, apóstoles, santos, santas y sayones.