Conocer a la garnacha y respetar su mejor expresión está solo al alcance de los bodegueros que no quieren dar una pincelada de más. Saber dónde parar pintando un paisaje es tan difícil como decidir el vino que se tiene que embotellar. Sin complejos por no poder hablar de complicados procesos, este vino se ampara en la delicia de una uva que es feliz en este valle de ríos. El Ebro, el Alhama y el entorno fresco de este paraje que rodea Corella son lo que convierte lo sencillo en lujo.
Los grandes e inquietos bodegueros como Faustino se pueden permitir sacar vinos como este, sin un solo desacierto, y aun así ligeros para la dolida cartera agosteña. Un rosado de garnacha, delicado y armonioso. El perfecto introductor a los vinos para cualquiera no avezado, y ese trago que apetece tomar a cualquier hora, incluida y sobre todo en esa larga entrehora. Refrescante pero con alegres matices que más derivan a lo dulce y floral. El resultado de una selección de las mejores uvas con un posterior sangrado yema, donde queda lo mejor de esta garnacha de la Ribera Navarra.
En color y en nariz son totalmente impecables. Esos pomelos rosas y manzanas amarillas parecen también la forma de imaginar un color que tira para lo naranja, dando ese elegante tono del que los franceses presumen tanto, para terminar con sutiles notas minerales y de cítricos. Armonioso, sueve y sedoso. Aquí la presentación también juega con esa capacidad de acierto de la que hablábamos y sin ser pretenciosa de más, presagia de buena el equilibrio del líquido garnachero que viene.
El resultado de mucho conocimiento de los diferentes entornos de vino del territorio español, y de un código genético que a través de generaciones se transmite misteriosamente. Una llamada inevitable como es esta vocación de hacer vinos ricos y que se diferencien en función de su lugar de origen, especialmente si es tan gustoso como este paraíso navarro.
Bodega:
Marqués del Atrio
Vino:
Doña Isabella Rosé
D.O.P.:
Navarra
Pvp:
6,95 euros
