La Rioja siempre manda. O como dirían los clásicos después del guantazo elegante, Rioja obliga. En este marasmo de vinos rosados, un pellizco que viene del territorio más fértil de nuestros vinos internacionales. A veces uno puede parecer agotado cuando relata que las andanzas de los vinos que empiezan a apoderarse poco a poco de las barras pasan por la idea de que todos tienen un elemento común pero muchos matices diferenciales. Un genuino ejemplar parcelario de una de las casas de mayor pomposidad de la zona como es la de Ramón Bilbao pero buscando lo selecto.
Todo el mundo sabe que el único secreto para que el vino sea un mensaje de futuro pasa por la selección. Esa que incluye vendimia manual, primeras prensadas y un secreto que todo el mundo sabe qur es el hormigón. Alguno piensa que eso es lo que expresa la frescura en boca que concede la porosidad y lo neutro del material. Pero también su gancho aromático, tan mineral, tan limpio y tan a favor de la obra.
El tempranillo es presente como argumento esencial, pero en una sugestiva cata que uno puede hacer con Nico de La Catapa, se acentúa la Viura. Eterna uva blanca riojana que confiere personalidad y pespunte frutal a un rosado de empaque. Y la acidez tan característica de este vino, y la sutileza de esta marca animan a jugar con los sentidos y las referencias comparativas, como la presencia sonriente de quien sabe más de esto, y que se llama Angel Vellón, ese Sancho Panza compañero de fatigas de un gato veces algo despistado.
Quén iba a pensar hace no mucho tempo que un vino rosado tuviera esa capacidad gastronómica de armonizar con todo, y que frente a esa imagen peyorativa y ramplona pudiera expresar al igual que cualquier tinto el terruño. Decir que es un vino de finca en este caso es un acto de justicia. Que nadie se engaña por el aspecto cromático, y por similitudes que no proceden. Es un vino con toda la barba, como dirían los clásicos. Y riojano, oiga.
Bodega:
Lalomba
Vino:
Lalinde Rosado 2022
D.O.P.:
La Rioja
Pvp:
25,75 euros
