Una gramática de las emociones

Una gramática de las emociones

Los humanos somos mentirosos por naturaleza, pero la mayoría no lo hacemos muy bien. El problema no es lo que decimos, sino lo que no sabemos que decimos. Cuando hablamos con naturalidad solemos poner caras, hacer aspavientos, encoger los hombros o inclinar el torso, pero al mentir adoptamos una rigidez cadaverina que se nos nota a 20 metros. La clase alta británica tiene fama de hablar sin mover las manos —hay quien lo hace sin mover ni los labios—, pero esa actitud no ayuda a un lord ni a una lady a convencer a nadie. Parece que están mintiendo, justamente, aun cuando no sea el caso. Fuera de esa élite que juega al cricket y lleva unos sombreros indescriptibles en Ascot, sin embargo, los humanos expresamos con el cuerpo casi tanto, o a veces más, que moviendo la lengua. ¿Creías que esto iba a quedar excluido de la jurisdicción de las matemáticas? Error. ¿Y de las ciencias de la computación? Más error aún.

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