Una instrucción civilizadora

Una instrucción civilizadora

La UEFA ha emitido ante esta Eurocopa una instrucción plausible: que sólo los capitanes puedan dirigirse al árbitro. Me apresuraré a decir que así era en los tiempos de Mari Castaña, pero la tolerancia arbitral con el desgaste progresivo de la recta concepción deportiva del pasado hizo que aquello se lo llevara el tiempo. Ahora resurge como forma de ayudar a los árbitros, o más bien de recordarles cómo eran y debieron seguir siendo las cosas. No es la primera ocasión en que algo así ocurre. En 1970 aparecieron las tarjetas, amarilla y roja, para recordarles a los árbitros que determinadas incorrecciones o la reincidencia en ellas deberían ser amonestadas y, en caso de persistencia, obraba expulsar al amonestado. No lo hacían y eso alargó la carrera de Stiles, que pasó tirando al suelo sistemáticamente al mejor del equipo rival, de cuyo marcaje era siempre responsable. O cuando alguna vez se expulsaba, caso del argentino Rattin por sus reiteradísimas protestas (muchas de ellas por la forma de conducirse el citado Stiles), la falta de hábito producía extrañeza. De ahí la tarjeta amarilla, que tanto o más que al jugador informa al público y la prensa de la amonestación. Todo lo antedicho sucedió en Inglaterra 66. En México 70 aparecieron las tarjetas y Stiles dejó de ser útil.

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