Universidad en Segovia y cenas en Ponzano: la ruta de los millonarios del Instituto Empresa

Universidad en Segovia y cenas en Ponzano: la ruta de los millonarios del Instituto Empresa

En Segovia conviven de un tiempo a esta parte dos castas de estudiantes diferenciadas. Por un lado, los estudiantes de la UVa (Universidad de Valladolid), la universidad pública de la ciudad y, por otro, los de los privada, que asisten al IE University, perteneciente al Instituto Empresa. La presencia del campus del IE en la ciudad de Segovia aparte de atraer a alumnos de 160 países, ha supuesto también un pequeño terremoto entre la ciudadanía que ve, aparte del evidente impulso económico, una gran cantidad de contras: la subida exponencial de los precios del alquiler (la mayor de toda España en 2023), el continuo ruido por fiestas en pisos, agresiones a policías, y la principal: la progresiva expulsión de segovianos de la zona antigua en favor de los estudiantes, que han ocupado los pisos céntricos pagando a precio de oro pisos que se alquilan bajo el paraguas ilegal del alquiler turístico.

El desenfreno estudiantil en los días de fiesta ha sido tal que ha obligado al propio IE a celebrar encuentros con la Policía Local para «reeducar» a su alumnado e intentar corregir estos comportamientos incívicos. Llueve sobre mojado. La universidad privada trata de poner freno a sucesos como los ocurridos en enero de 2023, cuando seis policías fueron agredidos al acudir a la llamada de varios vecinos por los ruidos de una fiesta de estudiantes en un piso. La intervención terminó con dos agentes de baja por lesiones y dos de los estudiantes detenidos por agresión y desacato.

En la ciudad se ha instalado desde hace tiempo un debate que enfrenta a partidarios y detractores de esta nueva hornada de estudiantes. Están los que consideran más un perjuicio que un beneficio la llegada de estudiantes a la ciudad, especialmente por la subida del precio de la vivienda (un 93 por ciento en los últimos años). Por otro, los que ven en los jóvenes venezolanos, panameños, brasileños, costarricenses etc., una fuente de ingresos que beneficia al comercio, la restauración, y en general al sector servicios de la ciudad.

«Yo prefiero este tipo de personas en la ciudad, que no otros como ocurre en Marbella, que se dedican a pegar tiros por la calle por el narcotráfico. En nuestro caso, al menos, vienen a generar riqueza. No veo nada de malo en ello», apunta una vecina de la zona. Tampoco lo ve Juan Carlos, un taxista de la ciudad que ha visto cómo sus ingresos se multiplican exponencialmente gracias a la llegada de los nuevos estudiantes. Trabaja para varios estudiantes, que le utilizan para sus salidas a Madrid, incluso para visitar otras ciudades españolas como Valencia, o incluso viajar hasta Portugal. «Para mí todo esto ha sido una bendición. Me contratan para llevarles a Madrid a comer y luego salir de copas por la ciudad. Mientras ellos disfrutan yo doy vueltas haciendo tiempo. La noche puede acabar a las tres de la mañana, pero me compensa». Trabajando para ellos ,Juan Carlos, asegura que consigue de media 4.000 euros mensuales por sus servicios.

Pero la fiesta no siempre se da en la capital. La segregación es tal, que los alumnos de la pública y la privada parecen ponerse de acuerdo para no coincidir, ni siquiera en los lugares que frecuentan cuando salen de marcha. Los 2.500 estudiantes del campus María Zambrano de la UVa salen los fines de semana mientras que los 1.800 estudiantes de la privada salen martes y jueves. Estos últimos además tienen garitos casi en exclusiva para ellos, como por ejemplo Casanova y Theatre. Si no se tercia también esta la opción de montarse la fiesta por su cuenta en los pisos donde viven. No todos los estudiantes viven en pisos. Los 25.000 euros que cuesta de media el curso académico atrae un perfil de estudiante con un alto poder adquisitivo, a veces millonario. Años atrás corrió el rumor de que un jeque árabe alquiló la planta entera de un hotel en plena calle Real para albergar a su hijo y a su séquito, mientras cursaba la carrera. Algunos vecinos aún recuerdan ver al joven pasear por el caso antiguo seguido por sus escoltas. La vivienda es uno de los problemas casi endémicos de la ciudad. Desde Triángulo, una de las inmobiliarias de la ciudad, apuntan un motivo de los precios altos. «El hándicap que tiene Segovia es que en la ciudad no hay obra nueva, y eso es lo que hace que se llegue a precios bastante altos. Además, el alquiler ha subido mucho». Pero la burbuja no solo ha llegado al alquiler, «la falta de suelo urbanizable ha hecho que el barrio de San José, donde se vendían casas para reformar por 60.000 euros, ahora se vendan en 100.000 ya reformadas».

Ajustando la convivencia

Las zonas más revalorizadas de la ciudad también tienen que ver con las zonas donde se mueven los estudiantes del IE. Los estudiantes de la UVa se mudan a la zona de José de Zorrilla o San Lorenzo, en las afueras, mientras que los de la IE University lo hacen a la zona del casco antiguo y el acueducto. Allí los pisos de tres habitaciones se alquilan a estudiantes por encima de los 1.500 euros. «El problema que tenemos –señala Patricia de Blas, portavoz de Avras (Asociación de Vecinos Recinto Amurallado de Segovia)–, es de convivencia. Tienen horarios incompatibles con la vida normal de la gente que se levanta por la mañana, pueden hacer fiestas un martes o jueves. Si llamas a la Policía no les abren. Si miden decibelios y les denuncias, como tarda, cuando quiere salir la denuncia ya ni están». Respecto de la procedencia del vecindario, es lo más parecido a la ONU. Hay estudiantes de todas la nacionalidades, desde árabes a ingleses, pasando por panameños, venezolanos y brasileños, entre otros, una vecindad incómoda para los vecinos de toda la vida, que se mudan a la periferia. «En mi bloque solo quedamos dos propietarios, el resto son alquileres a estudiantes», apunta Patricia.

Alejandro González Salamanca, concejal de Urbanismo de Segovia, reconoce el problema. «Tenemos la suerte de tener dos universidades, y es cierto que en ocasiones los jóvenes hacen fiestas y molestan, en esos casos se tramita un expediente de apercibimiento aplicando la Ley de Ruido y la Ordenanza de Convivencia Ciudadana, y no suele haber reincidencias». Además, añade que «los dueños prefieren arrendarlos a alumnos que saben que se van al final de curso que alquilarlos a alguien que luego se declare vulnerable y se quede por declararse en riesgo de exclusión».